La pelota

DOUCE Y SU PELOTA

Hoy, al levantarse, aún medio dormido, el Náufrago vio sobre la mesa de su escritorio una pelotita verde, muy parecida a las de golf, pero de goma. Ignoraba quién la había dejado allí, entre los libros y el teléfono. Fuera como fuera, sintió como una sacudida entre nostálgica y agradable, que no sabría definir muy bien, pero que poco a poco se fue poblando de distintas sensaciones.

- "¿Qué haces con mi pelota favorita?" Preguntó Douce, que no se sabe de dónde había salido, mientras el Náufrago seguía mirando la pelota, dándole vueltas entre sus dedos y sintiendo su textura blanda y flexible. En algunos lados se veían ya pequeñas grietas, marca sin duda de los caninos de Douce.

- Insisto, te he hecho una pregunta y aún no me has contestado. ¿Por qué has sacado mi pelota favorita del cesto de mis juguetes?

- Douce, antes de hablar, deberías enterarte. “Yo”, no he sacado esta pelota de ninguna parte, eres tú la que estás sacando las cosas del cesto. No sé quién, ni de dónde ha sacado tu ‘pelota favorita’ y la ha dejado encima de la mesa. Debe de haberla encontrado debajo de cualquier rincón, de alguna mesa, sillón, o debajo de la biblioteca donde a menudo se te pierde.

- Eso ya lo sé, no hace falta que lo digas con tanto retintín. Pero tú sabes muy bien que cuando quiero encontrarla no tengo más que en poner en marcha mi trufa y la encuentro.

- Encontrarla, la encuentras. Pero, mona ¿Quién te la saca de debajo de la biblioteca o algún sitio donde tus patitas no llegan? Normalmente, el menda, sirviéndose de cualquier palo, paraguas, regla o lo que encuentre.

- Bueno, ¿Y qué? Bien ufano te sientes de ver lo fino de mi olfato, porque donde yo pongo la nariz allí está la pelota, aunque no se vea.

- Eso también es verdad, me siento orgulloso de tu olfatería y gozo viendo las cabriolas que haces con ella, cómo la mordisqueas, te la pasas de un lado al otro de la boca, la sueltas y corres como loca detrás de ellas, como si estuvieras cazando . Te gusta que la haga botar y tú saltas y la coges a la primera. Y con igual entusiasmo que empiezas el juego, en cuanto te cansas, la dejas en cualquier sitio, hasta la próxima. He asistido a cientos de ceremonias de ésas. Y eso hizo, dejó la pelota y se fue a buscar cualquier otro juguete…

Cuando Douce se fue comprendí perfectamente la emoción difusa que había sentido al ver su pelota encima de mi mesa. Aquella bolita estaba impregnada de Ella. Allí estaban tantos momentos, tantos brincos, tantos mordisqueos, tantos revolcones tantas carreras, yendo, viniendo, levantando la cabeza, los ojos fijos en la mano para ver adonde iría la pelota. Aquella bola verde estaba impregnada de momentos con Douce. Y en aquel instante pensé ¿Qué valor adquirirá esta pequeñísima pelota de goma cuando ella no esté? ¿O seré yo quien no esté? ¿Por qué adelantar las cosas?

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
Náufrago, creo que ya he comentado en alguna ocasión lo que me gusta observar a los perros en un parque que visito casi diariamente...

Me hace muchísima gracia que unos y otros, mayores y pequeños, se unan al son del baile de las pelotitas...

Realmente tierno ver a sus dueños, también mayores y pequeños, jugando con sus canes y divirtiéndose como ellos...

Siempre he dicho que estas escenas cotidianas dan a entender que aun quedan sentimientos sobre esta tierra nuestra, aun podemos apreciar lo realmente importante que se cuece ante nosotros...

A disfrutar de esos juegos y a seguir preocupándonos por el momento, ese pequeño trozo de tiempo que aun podemos atrapar con las manos...

Felices sueños a los dos.
Anónimo ha dicho que…
Tienes razón, Campurriana

Mientras haya animales que humanicen a los humanos, aún nos quedará la esperanza de un mundo más habitable.

Felices sueños

Entradas populares