La habitación de las emociones

PIJAMA A RAYAS

Decía Hans-Christian Anderssen: “Todos somos una casa de cuatro habitaciones: la física, la intelectual, la emocional y la espiritual. La mayoría tendemos a vivir casi todo el tiempo en una sola de ellas, pero a menos que entremos en todas todos los días algún rato, aunque sólo sea para ventilarlas, no seremos una persona completa”

El Náufrago no sabe si además de estas habitaciones, tiene también por ahí algún desván y alguna bodega también en su casa. Estos días después de ventilar algunas de ellas, decidió pasar bastantes horas en el cuartucho emocional, porque la sala del 'coco' ya la habita demasiado, la física un poco todas las mañanas y la espiritual la ventila cuando puede. Entre la veintena de libros que reposan encima de la mesita de noche escogió uno que le había dejado su hija y que hasta ahora había sentido cierta reticencia en leer porque le sonaba a libro para adolescentes. Cómo si él no fuera un adolescente disfrazado de adulto.

Pero lo que necesitaba con urgencia era salir de la habitación del intelecto y visitar el cuarto de las emociones, y escogió el libro: "El niño con el pijama de rayas". Y la verdad, que leídas las primeras líneas en las que un niño al regresar de la escuela vio a María, la criada, sacar las cosas del armario y metiéndolas en grandes cajas de madera y sorprenderle que estuviera ‘revolviendo’ sus cosas, apenas soltó el libro con su historia y sus emociones.

El Náufrago no va a discutir sobe el valor literario de la obra. Supongo que los ‘críticos’ tan sesudos ellos, le encontrarán toda una serie de deficiencias y lo echarán a la papelera de las ‘novelillas’ para masas. Al Náufrago le importa un bledo, porque ha cumplido la misión que deseaba: dejar de lado por unos días a los Rilke, a los Savater, a los César Simón, a Fromm, a la Burberry y demás moradores de la mesita. Y sumergirse en una historia un libro tan sencillo, tan aparentemente accesible que es algo que prende entre sus páginas.

El libro cumplió con su objetivo. Durante varias horas sintió las inquietudes, las ilusiones, los miedos, los rechazos, el hastío los momentos entrañables de amistad de Bruno, un muchachito de nueve años que desde que abandonó ‘su casa de Berlín, con cinco plantas, más el sótano donde el cocinero preparaba las comidas y donde María y Lars discutían y se llamaban cosas que no había que llamar a nadie," se sintió sólo y sin amigos.

Le siguió en el descubrimiento el misterio de aquel extraño campo adonde un día enviaron a su padre “un hombre con porvenir, para el que el Furias tenía grandes proyectos”. Por ejemplo dirigir aquel extraño campo poblado por hombres tristes, siempre cabizbajos, con unos horrorosos pijamas a rayas… Poco a poco fue explorando aquel extraño lugar, porque el sueño de Bruno era ser explorador. El Náufrago le acompañó en su exploración, sintió su curiosidad y algunas veces sus sustos. Compartió la misma aversión por aquel pedante y déspota teniente Kotler que coqueteaba con su hermana. Kotler era sencillamente un tío ‘repugnante’ al que Bruno no podía ni ver. Sin embargo sentía afecto por Pavel, el viejo camarero que servía la mesa de su nueva casa y que un dia curó la herida de su pierna.

El Náufrago acompañó a Bruno en sus escapadas diarias a aquel lugar secreto de la valla donde a diario se encontraba con Shmuel, el niño con el pijama a rayas, de cabeza rapada y delgado, de dedos como alambre. Su gran amigo, su confidente, quien poco a poco le fue hablando de su país, de las casas donde vivió, de su vida en ese campo. Bruno no entendía nada del mundo del que le hablaba, seguía siendo un misterio para él y no podía imaginar la vida que le contaba, en aquellas casetas que veía a los lejos, desde la ventan de su habitación.

Durante tres días el Náufrago ha ocupado la habitación de las emociones de su casa y no lo ha lamentado, porque ha sentido emociones no sabe si adultas adolescentes. ¿Las emociones tienen edad?.

(Douce ha estado aquí al lado mientras escribía y al ver lo último se ha sonreído y en sus ojos de podía leerse claramente lo que decían: “este papá mío, no tiene remedio”)



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Nota: Hoy, 26 de septiembre, se estrena en España la película basada en la novela. El Náufrago no siente ningún interés en verla, prefiere quedarse con la magia que crea la escritura. Lo 'evidente' ya no le interesa.

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
Leí el libro en dos días la semana pasada en Fuerteventura. Me pasó lo mismo que a tí.

Lamentablemente no vi la pelicula pero me dijeron que, como siempre, el libro la supera.

De todos modos espero que la den aquí para verla.

Casualmente en Barajas me compré "La aventura de pensar" de F. Savater y te iba a preguntar tu opinión. De todos modos la leeré luego que me recupere del jet lag.

A demain Monsieur
Anónimo ha dicho que…
Bien hallada de nuevo en casa,después de ese "Grand Tour de France et d'Espagne.Supongo que serán muchas y variadas las emociones acumuladas en unos sitios y otros.

Respecto del libro de "El niño del pijama", veo que hemos sentido cosas parecidas, pero de verdad no siento ningún interés en ver la película. Lo que ha hecho que lo leyera casi de un tirón era seguir a Bruno en su extraña 'exploración'. No me intresan ya tanto ni las caras , ni los 'sitios' en que nlos hayan ubicado.

He leído varias cosas de Savater y siempre he 'aprendido' algo. No conozco el de "La aventura de pensar? que precisamente vi el otro día en la librería donde compré otro distinto. A mi Savater me gusta, pero no me atrevo a dar consejos que a lo mejor para otros no le sirven.

Supongo que poco a poco te irás haciendo al comienzo del buen tiempo por esas tierras. Aquí ya está llegando el frío del otoño.

A bientôt!

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