La ilusión de ser libres

¿QUIÉN MANEJA MI BARCA?
Un libro sorprendente, útil, indispensable.
¿Qué ocurrirá cuando todos estos personajes familiares
que transitan por él –jefes y subordinados,
padres e hijos, agencias matrimoniales y almas solitarias,
psicoanalistas e inquietos, vendedores de todo tipo,
usted mismo y yo – conozcan a fondo esta tecnología
comportamental que habría que incluir a la mayor brevedad
en el programa de la enseñanza primaria,
o tal vez incluso antes que el código de circulación…? ANNALES DE MINES



Quizá uno de los valores que más apreciemos, si no el más estimado, es el de la propia libertad. Nos creemos libres y en ninguna época de la humanidad , hablo de sociedades que sienten haber alcanzado este preciado valor, hemos estado tan condicionados, manipulados por hilos sutiles, más o menos visibles, que nos manejan como si fuéramos marionetas.

Aquí al lado tengo un libro firmado por dos profesores universitarios, investigadores en psicología social que describen más de una decena de técnicas de ‘manipulación’ en un libro titulado “Pequeño tratado de manipulación de gente bien’, es decir usted, yo, la vecina del tercero. Todos, en un momento o en otro, por avispados que nos creamos, somos manejados por hilos más o menos hábiles y sutiles que juegan con alguno de nuestros sentimientos , deseos o ingenuidades. Desde el chantaje emocional, la presión, la publicidad que juega con nuestras ‘necesidades’ de bienestar, de confort, de vanidad o emulación con el vecino. Políticos, comerciales, publicistas, vendedores, mendigos, maridos, mujeres, hasta amigos, pueden tratar, consciente o inconscientemente, intentar jugar con nuestros sentimientos para conseguir lo que persiguen.

Tres ejemplos en un solo día:

- “Llamada al timbre. Abro la puerta. Un apuesto joven muy amable, después de presentarse y preguntar con quien tengo contratado mis servicios de luz y gas, propone su ‘oferta’. Me pongo en guardia, se lo digo y añado que no tengo ninguna voluntad de cambio. Insistencia, ‘nosotros…’ – el plural da más sensación de seriedad – le ofrecemos agrupar ambos servicios y más barato, por supuesto, con la ventaja de un solo recibo. Insisto en mi negativa: “Sencillamente porque soy muy perezoso y tengo horror a rellenar formularios”. Más insistencia, hasta que por fin le digo claramente: “Mire mi ‘pereza’ es tal que aunque me regalara el servicio no cambiaría mi inercia". Aún no se desanima… Entonces, poco a poco voy cerrando la puerta con un ‘agradezco su amabilidad, pero hay asuntos urgentes a los que debo atender”…

…'Los ‘asuntos urgentes’ de un jubilado….' “¡Que le dejen en paz, de una puñetera vez!

(… Los otros ‘dos ejemplos’ para otro día. Me ha entrado la pereza)

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