Geometría en el aire
LA HORA SEXTA
Todo sucedió anteayer. Serían las cuatro avanzadas de la tarde. Una tarde de agosto norteño, con calor, pero soportable. Algún jubilado, fiel a su siesta diaria trataba de descansar un poco en aquel dulce sopor vespertino, Dejó la ventana de su habitación abierta porque tampoco era excesivo el calor norteño. Las siestas del jubilado alternan las semi somnolencias, con lecturas o dejar volar la mente sin que vayan demasiado lejos. En ésas estaba, cuando un ruido tenaz y monótono, rompió un poco la paz de su descanso. Era un ruido tolerable, pero la curiosidad, más que la molestia le hizo levantarse y asomarse a la ventana.
El misterioso ruido adoptó cuerpo visual. Colgado de alambres, balanceándose en el aire, un hombre joven, casco de plástico en el cabeza, sentado en una a modo de silla aérea, paleta y cubo de plástico a mano, taladrador en un costado, trabajaba en la fachada del inmueble vecino. El que como ‘buen ciudadano’ iba a echar pestes porque tan leve ruido interrumpiera la sacralidad de la siesta hispana, cambió de registro y empezó a pensar.
Serían las cuatro y media de la tarde, hora sagrada para el descanso veraniego de algunos, horario laboral para otros menos afortunados. Allí estaba él, sudando, a varios metros del suelo, yendo de un lado a otro con su sillita voladora. El 'sesteador', recogió velas y varios pensamientos que no vienen al caso, revolotearon en la cabeza. Sólo se quedó con una idea: buscó su cámara, se asomó a la ventana y quiso que aquella imagen se detuviera para mirarla, despacio, para cuando algo o alguien turbe el sosiego de sus siestas.
Esta mañana, al volver de sus quehaceres jubilosos, volvió a ver la misma escena. El balancín del aire lo ocupaba otro ‘spideman’. Taladro en mano hacia extraños orificios en la misma fachada. Con sus pies se balanceaba de un sitio para otro. El hombre de la siesta, quiso de nuevo dejar constancia fotográfica de esta geometría del espacio.
He aquí la historia de estas imágenes.
El misterioso ruido adoptó cuerpo visual. Colgado de alambres, balanceándose en el aire, un hombre joven, casco de plástico en el cabeza, sentado en una a modo de silla aérea, paleta y cubo de plástico a mano, taladrador en un costado, trabajaba en la fachada del inmueble vecino. El que como ‘buen ciudadano’ iba a echar pestes porque tan leve ruido interrumpiera la sacralidad de la siesta hispana, cambió de registro y empezó a pensar.
Serían las cuatro y media de la tarde, hora sagrada para el descanso veraniego de algunos, horario laboral para otros menos afortunados. Allí estaba él, sudando, a varios metros del suelo, yendo de un lado a otro con su sillita voladora. El 'sesteador', recogió velas y varios pensamientos que no vienen al caso, revolotearon en la cabeza. Sólo se quedó con una idea: buscó su cámara, se asomó a la ventana y quiso que aquella imagen se detuviera para mirarla, despacio, para cuando algo o alguien turbe el sosiego de sus siestas.
Esta mañana, al volver de sus quehaceres jubilosos, volvió a ver la misma escena. El balancín del aire lo ocupaba otro ‘spideman’. Taladro en mano hacia extraños orificios en la misma fachada. Con sus pies se balanceaba de un sitio para otro. El hombre de la siesta, quiso de nuevo dejar constancia fotográfica de esta geometría del espacio.
He aquí la historia de estas imágenes.
Comentarios
Mi primer día de vacaciones y con todos los preparativos en marcha, Náufrago y Douce. Aun no me lo creo...
Un saludo. Sigo organizando...
Pues es el mejor momento. Ahora que los demás regresan con la melancolía en las maletas, eso que llaman el síndrome postvacacional (hay un título para todo), tú tienes entera tu ilusión.
La ilusión de los preparativos, de los proyectos, con más libertad, con menos agobios de muchedumbres.
Sé que lo aprovecharás avaramente.Felices vacaciones
Un saludo. Os contaré.
¡Menudo coñazo esto de los preparativos! (soy perezosa para estas cosas...)
La verdad que cuando sentí aquel repiqueteo, ni me había aún cercado la somnolencia, por eso, más por curiosidad que con deseos vengativos, me asomé, me sentí benévolo y admití que otros se ven obligados a trabajar, mientras otros descansan.
Por eso, me dio tiempo a echar mano de la cámara y, sin malas intenciones, quise aprisionar aquel momento. Y al expresarlo le di vida de nuevo
El segundo encuentro fue mucho más sereno. Sólo buscaba recoger esa imagen de un hombre trabajando en condiciones que yo no sería capaz de aceptar.
Al final jugué con esas figuras geométricas que a mi me satisficieron. Momentos, sensaciones, imágenes, perspectivas, que detienen el tiempo.