El gato de Sánchez Dragó

LOS HOMBRES TAMBIÉN LLORAN

Pues que quieren que les diga que no hayan ya intuido los visitantes de este islote. De un Náufrago se puede esperar cualquier cosa. La rosa de los vientos es caprichosa y puede soplar desde cualquier punto cardinal, incluso obispo.

El caso es que esta mañana mientras desayunaba, le han contado una anécdota, no sé si llamarla tierna, curiosa, infrecuente, llamativa, ocurrida durante un coloquio en algún programa matinal en cualquier emisora de radio. El nombre no hace al caso, ni tengo especial interés en saberlo. El hecho es que al Náufrago tan emotivo y tan contenido a la vez a la hora de expresar sus emociones, le ha tocado alguna fibra sensible y en cierta manera ha envidiado al protagonista en la forma de expresar una emoción muy amarga.

Los detalles exactos no los sé, son retazos de una conversación y no sabría precisar exactamente los hechos. Lo esencial es el nombre de protagonista, Fernando Sánchez Dragó uno de los contertulios, estaba desolado, deshecho, y expresaba su dolor a moco tendido, dando puñetazos de desesperación, culpabilizándose de la muerte de su gato. Sí, lloraba por la muerte de su gato. Ya digo que transmito lo que he oído y quizá no interprete exactamente lo ocurrido.

Ignoro también si los hechos ocurrieron en su casa madrileña de Malasaña o en su retiro soriano de Castilfrío donde gusta retirarse. El caso es que las lágrimas y el desespero de Dragó tenían un motivo muy serio: su gato había muerto, estrangulado. Cada cual es libre de pensar si es excesiva la reacción y su manera de expresarlo. El Náufrago comparte enteramente su dolor y le envidia al mismo tiempo, porque está seguro de que él no se habría atrevido a expresarlo así, por su maldita represión de no saber exteriorizar sus sentimientos. Sus golpes de desesperación supongo que provenían de sentirse culpable de no haber prestado más atención al accionar el montacargas que atrapó la cabeza del pobre gato que durante segundos movía desesperadamente las patas de su guillotinada cabeza. En vano se accionó el botón de parada, las consecuencias ya se habían producido y el íntimo dolor, la rabia, la desesperación, la impotencia, la amargura ya se habían agolpado en el corazón y habían aumentado al sostener en los brazos algo, alguien querido, que es como perder una parte sí mismo.

Durante un tiempo, y no son palabras, mientras dure el recuerdo, le acompañaré de verdad en sus sentimientos.
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Nota: Las fotos están extraídas de un video de "El Mundo" ("En casa de...")