Faros y pasiones marineras

CENTRO DE ARTE FARO DE CABO MAYOR

Museo

Hay en esta ciudad un farallón de abruptas paredes sobre el que se eleva uno de los faros que iluminan por las noches la bahía. Sobre él se eleva, vigía y altanero, un faro, el Faro de Cabo Mayor. Un faro mudo y asombrado testigo de macabras historias y naufragios. Pero dejemos trágicas memorias y hablemos del museo que la pasión de un hombre por estos vigías de la mar ha levantando con su constancia e ilusión. Su nombre es Eduardo Sanz y así cuenta cómo sintió su llamada: “Si repaso mi vida con algún cuidado me doy cuenta de que los faros son inseparables de mi infancia. Por poner sólo un ejemplo, durante las noches de vela e insomnio veía penetrar por el lucero de mi casa del Alto de Miranda los incansables destellos y ocultaciones que emitían los faros de Cabo Mayor y la Isla de Mouro”.

Aunque el Náufrago no vivió en su infancia el mar y no se hunden en ella los recuerdos infantiles, poco a poco, tras cuarenta años de convivencia, le ha ido penetrando y atraído con ese poder de seducción de que está hecha. Hasta el faro sube a menudo, deseoso de mar y horizontes y más de una vez entra en el museo, contempla los cuadros y los recuerdos recogidos por una pasión y escruta el horizonte desde sus ventanas y lucernas. Le gusta la arquitectura sobria de este pequeño santuario que alberga tantos recuerdos de los hombres de la mar y contempla el mar abierto y la bahía desde esta lengua rocosa y verde que acota el paisaje.



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