La clase del miércoles

Era martes, había cumplido su rutina ordinaria: compra del periódico y del pan de cada día, la visita a la piscina y al gimnasio, unos largos y un ligero paseo con su perra. Por la tarde después de una siesta más o menos ‘contundente’, había terminado de leer la prensa y escribir algunas breves reflexiones o leer algún libro que cayera a mano.

De pronto pensó en ‘su clase’ del día siguiente. Sí ‘su clase’ del miércoles de cinco y media a siete de la tarde, como todas las semanas. “Su clase’ era un momento muy especial que preparaba con toda minuciosidad y cuidado, como si fuera la primera después de tantos años. Era algo que siempre había hecho durante un largo período de docencia. Procuraba no dejar nada al azar, aunque luego las circunstancias exigieran olvidarse del ‘programa’ previsto.

Ahora sólo tenía ‘una’ clase que preparar. El ‘alumnado’, media docena de alumnas y un alumno. Todos había rebasado ya los cincuenta años y había alguna que ya estaba rozando los ochenta. Pensaba en ellas y pensaba en él, fieles siempre a su cita de los miércoles, atentos alas explicaciones, tomando cuidadosamente notas en sus cuadernos, despidiéndose cada día con un ‘gracias’, cuando en realidad tendría que ser él el agradecido. La hora y media de clase discurría volando. La ‘clase’ era hora y media de distensión y aprendizaje, interrumpido a veces con alguna anécdota. Era un encuentro en torno a unos saberes o conocimientos medio olvidados. Al final siempre había una canción de las de antaño, canciones conocidas o algo más modernas que iban desde la Piaf, Brassens, Brel o Moustaki hasta Lara Fabian, Lynda Lemay, Carla Bruni o Florent Pagny, pasando por la Vartan, Dassin, Mouskouri o Voulzy.

‘Su clase’ era el mejor momento de la semana. Volvía a sentirse ‘útil’, sentía el calor y el afecto de la audiencia, se reconocía a sí mismo, vertía la experiencia de más de cuarenta años de docencia ante un público más reacio a los saberes. Durante hora y media no era el ‘Pensionista de clases pasivas’ que figuraba en su tarjeta de jubilado. Un jubilado, un quebradero de cabeza y una preocupación para don Mafo y la señora Salgado.

Comentarios

Pasaba por aquí ha dicho que…
Ayer salió en televisión un profesor jubilado de ¡95 años! que todos los días iba a una residencia de ancianos, casi todos más jóvenes que él, a compartir unas horas con ellos haciéndoles recordar refranes, dichos, canciones y vivencias de otras épocas. No era exactamente una clase, pero los "alumnos" participaban bastante.
Y él decía que era su mejor medicina, lo que le mantenía vivo y despierto, lleno de ilusión cada día.
¿De verdad es tan vocacional?
Julio ha dicho que…
A mi entender, no es tanto la cuestión 'vocacional', sino el beneficio emocional que supone el 'compartir':dar y recibir en ambas direcciones lo que cada cual posee.

Feliz noche
Sylvia Otero ha dicho que…
Hola Julio,

Coincido contigo en lo de "ida y vuelta" de tu clase.

Me encantó la frase de Duhamel.

Gracias!

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