Unos puntos lejanos en el mapa

El Náufrago conoce y al mismo tiempo ignora, las razones que le impulsaron a retirarse a una isla a contar sus historias, sus sensaciones o sus perplejidades. Douce lo tiene mucho más claro, ella cuenta lo que sale de dentro y procura no esconder nada.

¿Por qué si uno busca un cierto retiro, se medio desnuda en lo que escribe, callando mucho más de lo que expresa? Hay algunas razones que el Náufrago podría expresar, quizá también haya otras que no se atreva a proclamar y las hay que él mismo ignore. Uno escribe por muchas razones. A veces para poner un poco de orden en el confuso mundo de los pensamientos y las emociones. Al escribir uno detiene su aleteo febril y de alguna manera los ‘fija’, le da forma y una cierta consistencia. Es ya una buena razón. Y mientras uno ordena por las ideas envueltas de emociones, hace que el ánimo encuentre cierta paz, cierto sosiego.

Hay sin duda más razones para escribir, entre otras, una forma de reclamar la atención de los demás, de sentirse querido, aunque no deje de ser más que una ilusión vana por parte del que expresa lo que siente. Escribir puede ser también el gusto de jugar con las palabras, de crear un mundo más o menos bello y articulado. Hasta el niño que garabatea un “mamá, te quiero” está empezando a crear un cobijo donde alojar sus sentimientos. En la glosa de Umbral que hoy hace en lo que fue su columna, Pedro Crespo de Lara, transcribe lo siguiente. Decía Umbral, refiriéndose a Valle Inclán que “ al fin había encontrado en él el cuerpo desnudo y barroco de la literatura, el tesoro vivo del idioma, aquello que iba a ser mi vida, que iba a arropar mi orfandaz con trabajo, dinero, paión creadora y pequeños logros, tampoco aspiraba a más

Tampoco el Náufrago aspira a más que a poder expresarse, bien o mal, en este libro abierto que es un blog. Un libro de desconocidos lectores que de vez en cuando dejan una nota diciendo: “he entrado aquí y me ha pasado esto”. Otros que quizá aterrizaron en la isla sin saber cómo, saldrán con la misma velocidad que entraron. Se había equivocado la paloma.

El Náufrago se ha detenido hoy a observar un mapa en el que figuran unos puntitos que indican desde qué extraños lugares conectan con la isla extraños visitantes. Nunca sabrá quiénes son, qué buscaban, pero al menos tiene la sensación de que a pesar de habitar en una isla, no está solo. Esta sensación de compañía invisible, muda y extraña, le sirve de estímulo y le conforta. Descubre que el idioma que empleamos llena de puntitos el mapa de las visitas y se siente acompañado. Quizá por esto también, aunque algunos viajeros pasaran por aquí sin pretenderlo, el Náufrago sigue escribiendo.

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