Nuevas cartas a Berta

1.- EL REGRESO. MONOTONÍA, BRUMA

La sala era un cajón oscuro, pero enseguida aparecieron unos rótulos sobre el fondo negro de la pantalla indicando el comienzo de la película: “Esta es la historia de un español que quiere vivir, y a vivir empieza‘Nueve cartas a Berta’. … También Berta había nacido después de la guerra, pero fuera de su país.”

De repente tuvo la impresión de haber entrado en el túnel del tiempo para regresar cuarenta años atrás. No sabría decir si era él o el muchacho de gesto serio, inexpresivo, como ausente, que acababa de regresar de un campo de trabajo en el Reino Unido. Por primera vez aquel Lorenzo ¿o era él? había salido de la Salamanca oscura, gris, pueblerina y clerical en la que el tiempo parecía haberse detenido.

Aunque paseaba de nuevo por sus calles, veía los mismos rostros, los mismos bares, las mismas tiendas, le vigilaba la misma solemnidad de aquellas torres, el mismo río trazaba la perennidad de su curso, en la plaza de todas las horas se repetía el secular rito de sus rutinarias vueltas. Todo aquello le sabía a vida estancada, detenida, soportada, no vivida.

Se cruzaba con las mismas gentes, paseaba con su novia por las calles de siempre, pero su pensamiento estaba lejos. Sin querer, cruzaba la meseta, sobrevolaba el mar y las montañas trasponía las fronteras para regresar a Londres. Recordaba aquellas conversaciones con Berta, la joven española nacida en el exilio mientras su padre le mostraba los contornos de un mundo distinto. Lorenzo pensaba en ella, en su padre, en la gente con la que había compartido trabajo, charlas, fiestas , discusiones, experiencias , en un mundo secretamente sospechado que contrastaba con aquella rutina, aquel miedo difuso, aquella represión, aquella pereza acomodada y el hastío que los demás no veían. Se sentía extranjero entre los suyos, igual, pero diferente, sin nadie a quien confiar su desorientación. Perdido.

Le agobiaba el cariño melindroso de su novia, la banalidad de las conversaciones de sus amigos, la angustiosa protección de su madre eternamente preocupada, la rigidez autoritaria de su padre, el seboso interés de los que pretendían salvar su alma… Los paseos de siempre, los rosarios en familia de siempre a los que llegaba con retraso, los opresores cuidados maternales de siempre. Las mismas caras, la monotonía de los días y las horas, una sensación de angustia que no hacía más que aumentar con el paso de los días. El mismo tedio, la misma asfixia.

Tan sólo el recuerdo de sus ‘conversaciones’ con Berta, las cartas que le escribía en la mesa de la cafetería mientras sus amigos bromeaban, le permitían seguir sintiendo la impresión de estar vivo en aquel mundo que le ahogaba y en el que apenas encontraba aire para poder respirar. Aquel otoño le parecía el más gris de sus escasos veinte años.

(à suivre...)
"Nueve cartas a Berta" (1965) Martín Patino

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me atrae mucho el cine de Martín Patino, pero aún no he tenido ocasión (tiempo, mejor dicho) de ver esta película.

No sé si el Náufrago habrá visto Octavia del mismo director. En cualquier, modestamente, se la recomiendo. Resulta atrayente cómo cierra este autor un ciclo, con su retorno a Salamanca. Y el constante uso del "Stabat mater" de Pergolesi, en la banda sonora, se me hizo muy grato :)

Recibe un saludo,
Anónimo ha dicho que…
Tengo referencias sobre OCTAVIA, pero no la he visto. Y creo que la veré dentro de poco, aunque no sea fácil encontrarla.

La verdad es que el cine de Patino tiene unos espectadores especiales. El Náufrago, que es salmantino como él, que nació y se alejó de su ciudad a la que regresa a menudo, tiene varias motivos para interesarse por su obra.

Gracias por la sugerencia

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