Regreso a las aulas

Hoy, de nuevo, el Náufrago ha regresado a las aulas. Había pedido a un viejo amigo y compañero al que le ha tocado la lotería de impartir la controvertida asignatura “Educación para la Ciudadanía” que le dejara asistir a una de sus clases. El Náufrago no pretende alimentar con esta entrada la falsa polémica sobre esta materia. A unos y otros le pueden asistir razones para enrocarse en sus argumentos, sobre todo si de lo que se trata es insistir en ‘basta que lo defiendas tú, para que yo me oponga' y no salir de esa agotadora y empecinada lucha. No existe por ninguna de las partes intención de llegar a un punto intermedio de entendimiento y de consenso. Por eso, veamos de cerca la realidad última de la cuestión, algo a lo que no se acercan los que desde las alturas la defienden o la atacan.

La realidad es que esta materia debe de ser todo menos una ‘asignatura’ al uso y que hay muy pocos profesores que reúnan las cualidades, las ganas y sepan la manera de impartirla. La última y definitiva palabra, no la tienen ni los que esbozaron los programas, ni siquiera los que elaboraron los libros de texto. Examinando algunos, uno puede comprobar que partiendo de la misma programación, tanto en el tratamiento de los diferentes temas, como en las actividades propuestas tienen pocas cosas en común. El pretender dar una visión del mundo que nos rodea como personas y como ciudadanos, es tarea de por sí compleja.

Dejando pues de lado el terreno de la especulación o los prejuicios, descendiendo al terreno de la realidad, esta discutida historia queda reducida a cosas tan concretas como éstas. El reloj del instituto marca la 13:20, suena el timbre para la sexta hora de la mañana, veintitantos adolescentes de 13 ó 14 años toman asiento. El profesor les presenta el tema que deben abordar: los ‘Prejuicios’. Previamente ha debido preparar algunos breves apuntes que han supuesto varias horas de elección de textos, imágenes, actividades a desarrollar. Un buen porcentaje de horas no computables en su horario oficial.

Media hora antes de la clase ha tenido que visitar una tienda de la villa, donde se puede encontrar de todo, en busca de unos metros de velcro para colocar un panel en el aula, donde irán apareciendo el resultado de los trabajos colectivos. Breve presentación del tema, para pasar a la lectura de los textos. El primero, leído por una chica, extraído del libro de Isabel Allende “Cuentos de Eva Luna”, el segundo es un breve texto de Napoleón, leído por un chico. Mientras el conjunto de la clase sigue la lectura sin grandes sobresaltos, alguien, al fondo de la clase, acompaña con risas la lectura del compañero. Sabido es que en las risas adolescentes no se sabe bien qué es lo que hace gracia, si el contenido del texto, el tono del compañero que lee, la relación del contenido del texto y la personalidad del lector. De todos modos es algo que llama la atención del ex profesor visitante y lo comenta con el interesado, sin llegar a la verdaderas razón de la risa. Las diversa intervenciones, preguntas o aclaraciones han ocupado el resto de la hora.

La conclusión del visitante es quizá una confirmación de lo que ya sabía: el debate no está en las supuestas intenciones de los promotores de la ‘idea’, ni en la falsa polémica que ha despertado la materia, ni siquiera en los manuales que desarrollan la materia. La realidad está en el trabajo, la dedicación, el equilibrio de criterio, las cualidades del que debe hacerse cargo esta delicada tarea. Saber trabajar con un público no fácil, aunque receptivo, es algo que supera al conocimiento de la realidad de los que tuvieron la idea y que serían perfectamente incapaces de llevarlo a cabo.Es más, es muy verosímil, que desconozcan la realidad de los últimos actores que deben representar la obra.

Que sea pues esta entrada un pequeño homenaje a aquellos que desde la soledad del aula tienen que dar cuerpo y forma a ideas ‘luminosas’.
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Nota:

Después de haber escrito esta entrada, han llegado hasta esta isla algunas fotos sacadas por algún profesor convertido en paparazzi. Las manos que se ven son lo de menos, quizá traten de reforzar lo que se está transmitiendo. Pero lo que de verdad ha llamado la atención del que suscribe esta nota, es una mirada y el esbozo de una sonrisa que serían ya de por sí toda una recompensa.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Jamás, jamás, jamás daría clase a adolescentes.

:)
Anónimo ha dicho que…
Gatín, con ese aplomo y contundencia, te pareces a la Scarlett O'Hara de “Lo que el viento se llevó” : “Juro ante Dios que jamás volveré a pasar hambre”.

Lo que ocurre es que aquí se trata de ‘comer adolescentes’:-)

Un beso de los que ya sabes

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