Danza en el templo de Mammón
BANQUERO, BANQUERO...
Imaginen una amplia y solemne sala. Grandes cuadros en las paredes, geométricos mosaicos como suelo, altas galerías y despachos donde se maneja, se almacena, se venera al dios Mammón y se trafica… De pronto este templo de las ‘cosas serias’ se ve invadido por sombras que no se sabe de dónde han salido. Suena la música, se oyen voces en off. Unas curvas sensuales e insinuantes empiezan a hollar la sala de la seriedad y el mangoneo. La música suena cada vez más fuerte, la danza, la libertad, la sensualidad y la alegría, quebrantan el sagrado silencio que arropa al dinero:
Banquero, banquero, tú no tienes nada;yo el mundo entero |
"Banquero, banquero,que no t’enterasque no tengo dinero"
Miradas de sorpresa, sonrisas, expectación… Sigue la danza. Brazos, piernas y caderas dibujan las curvas de la libertad, la provocación y el desafío:
"Banquero, tu no tienes naday yo, el mundo entero;banquero, banquero, banquero,tú tienes los billetes y yo, un agujero".
Una voz en off continúa su salmodia:
“Estos señores de mirada torva,de corazón frío y bolsillo caliente,son los innombrables…
La vergüenza ha pasado a la historia".
Continúa la danza, sigue el rito, la sala se ha impregnado de música, ritmo y movimiento. Demasiada libertad para un templo tan sagrado, excesiva transgresión para tanta rigidez. Un volumen azul y enorme aparece en la sala. Pretende romper el ritmo, sus ademanes de oso no saben adonde dirigirse. Se siente extraño en su propia garita, impotente ante el ‘desorden’ ordenado. Su gesto torpe parece un garabato entre tanto arte dibujado en el mosaico. Su manotazo torpe e impertinente se siente solo ante tanto sentimiento unísono.
… Y poco a poco, terminada la fiesta, van abandonado el templo frío, contentos, victoriosos.
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