Mañana de regatas

Llevaba el Náufrago varios días semi enclaustrado. Sin poder manejar el coche y sentirse ‘autónomo’ se ve 'perniatado'. Esperar en la parada de un autobús, subirse a la plataforma y sentirse en una jaula, es todo uno. Aprovechando que ya su hombro le permite conducir y conducirse, aprovechó esta mañana grisácea de domingo para acercarse al mar al que echaba de menos.

En principio tenía intención de darse un paseo alrededor de la península de la Magdalena, lugar privilegiado, antigua residencia de reyes, hoy sede de la Universidad de Verano y lugar de solaz para locales y foráneos. En el camino observó una aglomeración de espectadores y curiosos y quiso saber qué evento congregaba a tanta gente en los alrededores del muelle. Buscó un lugar donde aparcar el coche y se unió al grupo de mirones. Estábamos en junio y ya había empezado la temporada de regatas.

El Náufrago, aunque habitante de una isla, es más de tierra adentro. Se crió entre encinas y toros bravos y no vio el mar hasta la edad de 14 años en rías gallegas. Casi cuarenta años en tierras cántabras le han hecho amar el mar, este mar que seduce y atrae como un misterioso imán del que es difícil desprenderse. Hoy no puede imaginarse un paraje sin un horizonte de cielo y agua. Adora esa línea azul que es como si abriera su alma pero aún así no vive con la misma pasión de las gentes del Cantábrico esta noble y esforzada prueba de las regatas. Aquellas rivalidades de los pescadores del norte por llegar primeros a puerto para vender su pesca, se ha convertido hoy en un deporte que entusiasma y levanta pasiones entre los aficionados de toda la cornisa cantábrica.

Y así es como el Náufrago se unió al grupo de espectadores y cámara en mano trató de recoger algunos momentos de este atractivo espectáculo.

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
Yo no nací frente al mar, pero sí frente al Río de la Plata, el más ancho del mundo ya que no se ve la otra orilla.

Así que no puedo estar mucho tiempo lejos de él, ni tampoco del viento.

Cuando estuve en México D.F. extrañaba algo y cuando llegué aquí me di cuenta de que era el viento, la brisa que te despeina y te acaricia el rostro. No estoy poética??

Bueno, las fotos están preciosas. Me gustó mucho la de la niña que mira con su papá.

Que sigas bien!
Douce ha dicho que…
Hola, Sylvia

Cuando uno expresa lo que siente de verdad siempre hay un fondo poético.Tú que sabes mucho más griego que yo, conoces que 'poesía' viene del verbo ποιέω: "crear".

Así que ese "viento, esa brisa que te despeina y te acaricia el rostro" es tu sensación re-creada.

No cabe duda que el mar y sus alrededores tienen una carácter propio y además de sus 'rabietas' también nos abre horizontes.

Que todo vaya bien.

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