¿De verdad el poder es un negocio?

“SOY EL MINISTRO Y HAGO LO QUE ME SALE DE…”

Había leído en el periódico una reseña sobre un libro recientemente aparecido. La simple lectura del apunte le abrió el apetito de leerlo. Se dirigió a su librería habitual y preguntó si lo tenían. La empleada consultó en la pantalla del ordenador, rebuscó en varias estanterías y volvió al cabo de algún tiempo: “En este momento no lo tenemos, dijo, pero puedo encargárselo, es cuestión de unos días” Él aceptó con alguna reserva dada su condición de impaciente cagaprisas.

Al llegar a casa quiso ampliar la información y en una página web encontró no sólo la reseña de portada sino un ‘breviario’ de los dos primeros capítulos del libro en formato PDF. El título hablaba claramente: “El negocio del Poder”. En su nativa e irremediable candidez no acababa de concebir que el poder se pudiera subir con tanta rapidez y naturalidad a la cabeza, al parecer sin rebozo alguno.

La primera ‘historia’ se refería al inefable ex-ministro Bermejo que los hados hayan recogido en su seno. La ‘bermejería’ transcurría en un fin de semana en la muy renombrada finca de Quintos de Mora: 6.865 hectáreas de Patrimonio Nacional que ha servido para distintos ‘compromisos’ de presidentes y ministros. La historia que recogía el ‘breviario’ aparece contada por un testigo que se esconde tras del nombre de ‘Luis’. También recoge en otro capítulo anécdotas reales, en el sentido más propio del término. Pero eso será quizá tema para otro día. Vayamos al grano, o a la caza:


"-Luis no sabía mucho del ministro, salvo que le gustaba la caza y gastaba bastante mal genio. Ya le habían avisado de que el personal de la finca tenía que estar a su servicio, gratis, por supuesto, pero con el menor contacto personal posible.«Qué humos se gastan estos socialistas», pensó Luis. Aznar, cuando iba allí, se llevaba al personal de Moncloa para asignar el gasto a su departamento de Presidencia. «Éstos se creen que una vez que han llegado al Gobierno todo lo público es suyo», le comentó a su mujer mientras aguardaban la llegada del ministro, junto a su esposa y su hija

Enseguida aparecieron a lo lejos las luces del Jeep de la Guardia Civil y, detrás, el coche del ministro y el de la escolta. Aparcaron en la entrada y el chófer se apresuró a abrir la puerta del coche para que bajara el ilustre invitado. «Ocúpense de las maletas», espetó Bermejo a Luis y a su mujer sin casi mirarles, «y prepárennos algo de cenar después de enseñarnos la casa. Luego quiero dar una vuelta por los alrededores». El ministro y su familia pasarían tres días seguidos en la finca. Su intención, hacer aguardos nocturnos de jabalíes y una montería, en la que tenía previsto recibir invitados.

Bermejo le dio las oportunas instrucciones a Luis sobre sus planes para el largo fin de semana, y una final: «Aquí sólo cazo yo, los guardeses, a partir de ahora, tienen prohibida la caza». «Vaya —pensó Luis—, con éstas venimos.» La caza estaba, y sigue estando, prohibida; con la excepción sólo de la que sea necesaria para mantener el equilibrio ecológico de la zona. Un detalle menor que no importaba mucho al ministro Bermejo. El ministro más «rojo» del Gobierno, según se definía a sí mismo el hijo de un ex jefe de la Falange Española y de las JONS, era un gran aficionado a una de las actividades que más se prodigaban en el franquismo entre aquellos que ocupaban las altas esferas del poder. Estampa que se haría un hueco en el imaginario colectivo gracias a una película filmada por Luis García Berlanga, La escopeta nacional, en la que, por cierto, también había un personaje que respondía al apellido de Bermejo.

Esa misma noche Bermejo participó en su primera aguarda de jabalíes y abatió dos ejemplares. El jabalí tiene una carne muy preciada y su cabeza es habitual en los establecimientos de taxidermistas para colgar como trofeo en la pared de sus cazadores. Bermejo elegiría la más gallarda para llevársela a su vivienda unifamiliar en las afueras de Madrid, puesto que ya por aquel entonces ocupaba el famoso ático reformado de Plaza de España. Luis apuntaba cuidadosamente en un cuaderno los resultados de la caza del ministro. « ¿Qué hace?», le espetó éste. «Es que luego hay que hacer un memorándum del coto para presentarlo a la Dirección General de Política Forestal para que la Junta tenga constancia de que aquí se caza cumpliendo todas las normativas…», respondió muy serio Luis. «Deje de apuntar, hombre, yo soy el ministro y hago lo que me sale de los cojones sin que nadie me controle, coño. Los fachas ya cazaron todo lo que quisieron, y ahora me toca a mí.»

NOTA: Por lo que veo en la portada y lo que he leído, los autores del libro también debían hurgar en el otro lado. En esto del 'Negocio del poder', en todos las partes se cuecen habas. Que se lo pregunten a los de Gürtel. Desgraciadamente sólo nos enteramos de la décima parte de lo que ocurre.
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Referencia: Altera

Comentarios

M. Luz ha dicho que…
No sé si lo que cuentan los autores será totalmente cierto.
Pero la verdad es que el Ex, durante todo su ministerio, apuntó esas "democráticas" maneras. Creo que no he conocido personaje más chulesco en el mundo de la política.
Douce ha dicho que…
Coincido en tu 'simpatía' por el personaje. Y si hay algo 'retocado' en la historia, es perfectamente creíble.

(Si non è vero è ben trovato)

¡Qué tipo más prepotente y chulo el impresentable Bermejo! El lenguaje y los 'detalles' le cuadran perfectamente.
Iván ha dicho que…
Yo soy de la opinión de que aún no hemos avanzado como ciudadanos. Se repiten constantemente tics, modos y corruptelas heredados del franquismo debido a que, como antaño, los cargos públicos sólo responden ante la jerarquía y no ante el ciudadano. La única diferencia es que ahora, por lo menos, estas cosas salen a la luz.

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