Ojos que no sienten, corazón que no ve.
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No, no se ha equivocado, el título está bien escrito. El Náufrago acaba de recibir esta presentación de alguien que le quiere bien. Es uno de esos ‘recordatorios’ que nos muestran las circunstancias en que viven los dos tercios de esto que llamamos Humanidad. Lo miramos, sorprendidos quizá, desde un sillón, en el calor del hogar, pero en realidad no acabamos de ‘verlo’. No lo ‘vemos’ con esos ojos de dentro. Lo miramos un momento, sentimos quizá un pequeño latigazo, pero enseguida nos olvidamos, y seguimos preocupados por nuestra ‘crisis’. Pensamos a lo mejor en algo de lo que tendremos que ‘prescindir’, en esas cosas tan ‘importantes’ que se nos han hecho tan ‘necesarias’.
- Quien me lo enviaba añadía en el mensaje. “Esto deberían verlo nuestros niños y nuestros jóvenes, consentidos, malcriados, a ver si así aprendían a valorar el montón de cosas que tienen.”
Y el Náufrago asentía, mientras decía para sí: “Bien, se lo mostraremos, mientras están charlando en el ordenador con sus amigos sobre adónde irán esta noche. Lo mirarán, no sé con cuánto interés pero no lo “verán”. ¡Es tan difícil “verlo” cuando no se ha vivido ni la milésima parte de una de esas experiencias!"
No, no se ha equivocado, el título está bien escrito. El Náufrago acaba de recibir esta presentación de alguien que le quiere bien. Es uno de esos ‘recordatorios’ que nos muestran las circunstancias en que viven los dos tercios de esto que llamamos Humanidad. Lo miramos, sorprendidos quizá, desde un sillón, en el calor del hogar, pero en realidad no acabamos de ‘verlo’. No lo ‘vemos’ con esos ojos de dentro. Lo miramos un momento, sentimos quizá un pequeño latigazo, pero enseguida nos olvidamos, y seguimos preocupados por nuestra ‘crisis’. Pensamos a lo mejor en algo de lo que tendremos que ‘prescindir’, en esas cosas tan ‘importantes’ que se nos han hecho tan ‘necesarias’.
- Quien me lo enviaba añadía en el mensaje. “Esto deberían verlo nuestros niños y nuestros jóvenes, consentidos, malcriados, a ver si así aprendían a valorar el montón de cosas que tienen.”
Y el Náufrago asentía, mientras decía para sí: “Bien, se lo mostraremos, mientras están charlando en el ordenador con sus amigos sobre adónde irán esta noche. Lo mirarán, no sé con cuánto interés pero no lo “verán”. ¡Es tan difícil “verlo” cuando no se ha vivido ni la milésima parte de una de esas experiencias!"
Comentarios
Cuando éramos adolescentes vivíamos en un barrio bastante elegante (me quedó en verso y todo). Muchas veces cuando veía que mi hermana o yo estábamos un poco desubicadas, mi padre nos subía al auto y nos llevaba a dar un paseo por los barrios marginales y nos decía que miráramos bien, que era así como vivía la mayoría de las personas y no como nosotros.
Yo no sé si eso nos haría recapacitar o no, pero de las veces que lo hizo no me olvidaré jamás.
Quedé muy sorprendida por el gran consumismo con el que me encontré en España cuando estuve hace tres meses.
Aquí también lo hay, pero no tanto.
Es un tema muy difícil de manejar pero pienso que si todos tomamos un poco de conciencia de lo que sucede en el mundo, tal vez muchas de las personas que lo están pasando bien mal puedan pasarlo un poco mejor.
También es interesante, esa observación que desde 'fuera' se ve mejor, sobre la carrera 'consumista' que hemos emprendido en este país y sobre la que tendremos ocasión de reflexionar ahora que llegan las vacas flacas. Claro que eso siempre lo notarán más los de siempre.
De acuerdo en que es dramática esta diferencia que vivimos en los primeros, segundos y terceros mundos o los que haya. Sin embargo, sigo siendo bastante pesimista respecto a la solución.
Gracias por tus reflexiones que siempre significan un aliento
Un abrazo