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LLANTO POR UN GATO

Perdonen los posibles visitantes de esta isla si resulto reiterativo. Voy a hablar del dolor por la muerte de un gato. Anuncio el contenido, por si alguno quiere saltarse esta entrada.

El texto no es mío. Su autora, la periodista Carmen Rigalt publica hoy en su columna ZOOM un artículo titulado, “Triangulitos” en el que cuenta el dolor que le ha producido la muerte de su gata “Mary Trosky”, la reina de la casa. Si lo transcribo aquí es porque estoy tratando de prepararme a esos dolores. Como si uno pudiera ‘prepararse’ para no sufrir lo que fatalmente pueda ocurrirle a él en un mayor o menor plazo. Por eso, he tratado de leer y de sentir toda la gama de impresiones dolorosas que ella expresa. Las repasaré bien, como hice cuando murió Soseki, el gato de Sánchez Dragó. Quiero poder escribir como ella el final de su obituario: “Por ella lloro lo que no he llorado por mucha gente. Al fin puedo decir que no soy de piedra.”

TRIANGULITOS
Carmen RIGALT
/.../
"Hace unos días murió Soseki, el gato de Sánchez Dragó. Aquella muerte me puso en disposición de ánimo. Fue un aviso premonitorio, como un rayo de hiel que señala el futuro. Me convencí entonces de que estaba mentalizada para la muerte de mis gatas. Mentira. Varios días después se ha ido Mary Trosky, la reina de la casa. Enfermó con la misma rapidez con que el rayo de hiel cruzó el calendario cuando murió Soseki. Ahora su ausencia me duele a la altura de las costillas. Noto una punzada persistente, un pellizco de angustia que se diluye con el sueño y reaparece a la mañana siguiente cuando abro los ojos y recupero la consciencia. Es como si Mary Trosky todavía estuviera en su cesto, asomando los triangulitos negros de sus orejas entre los pliegues de la manta. Parecía un gato de cómic vencido por la enfermedad. Pobrecita. Sus riñones habían dejado de funcionar y tuvimos que sacrificarla. Ahora el cesto está vacío y Verónica, la gata B, pasa de largo por él para no constatar la ausencia.

En periodismo no está bien visto dedicar artículos a los niños ni a los animales porque suponen un triunfo fácil. Yo no he podido reprimirme. El dolor se ha ido apoderando de todas mis esquinas y necesito sentir la complicidad de algún lector que no se avergüence de amar irracionalmente a los animales. Vivo extrañada en mí y me pregunto cómo es posible que el recuerdo de una criatura tan pequeña ocupe tanto espacio. La ausencia de Mary Trosky está ahora en todas partes. Veo su sombra encaramada en los muebles, la siento entre las piernas cuando subo la escalera, y el sonido del cascabel azul se sobrepone a los ruidos de la cocina y a la música del telediario. En todas las habitaciones de la casa me sale al encuentro su huella: en la bañera o bajo el arcón, junto a la ventana, sobre los cojines nuevos o en el suelo del salón, donde se tumbaba a dormitar aprovechando un charco de sol mañanero. Pero la imagen última, la que me emociona ahora, son los triangulitos negros de sus orejas entre los pliegues de la manta. Esa estampa me hace llorar. A Mary Trosky le debo hoy el caudal de lágrimas que tantas veces me he negado. Por ella lloro lo que no he llorado por mucha gente. Al fin puedo decir que no soy de piedra."

Comentarios

pilar ha dicho que…
Como lo siento!
Como lo entiendo!
Me ha pasado tantas veces....
Anónimo ha dicho que…
Sí, se entiende y se siente, incluso cuando sólo has pasado por una experiencia diferente.

Esa vez Niebla, que así se llamaba nuestra gata, tuvimos que regalársela a una señora mayor, viuda, porque en casa hacía que las alergías aumentaran.

Pero al menos sabíamos que estaría buenas manos, y más de una vez fuimos a visitarla.

Pero perder para siempre una criatura de éstas, perros o gatos, tiene que ser un dolor muy intenso y muy difícil de superar su pérdida.

Bicos

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