La Consumidad

DE INAUGURACIONES

Esta mañana dominguera, el Náufrago se paseó por el centro de la ciudad. Escogió el Centro porque es un poco el escaparate que muestra en lo que últimamente se ha convertido esta fiesta que seguimos llamando Navidad. En nuestro laicismo oficial deberíamos cambiarle definitivamente el nombre y adecuarlo a lo que son realmente estas fiestas. Podíamos ponerle por ejemplo el nombre de Consumidad. Y así podríamos preguntarnos:

- “¿Qué tal se presentan estas “Consumidades”? Creo que sería más exacto, sin por eso ofender a doña Crisis.

El 'centro' del que les hablo, tenía unos ciervos luminosos que por las noches deben iluminar los muros de la vieja Catedral. En la plaza que llaman Porticada, había una pista de hielo donde niños y jóvenes se ejercitaban en el enraizado deporte nacional de patinaje sobre hielo y parecían disfrutar, por el módico precio de 5 €uros, 45 minutos. Daba gloria verlo.

Enfrente de la mencionada Plaza dos o tres filas de casetas vendían, globos, bisutería, cuadros, juguetes, adornos, máscaras, chucherías, plantas… Había hasta un bar, con bocadillos, tapas y coca-colas, bastante concurrido. Todo era un ir y venir, un mirar y comprar. No todos, claro. Pero ya sólo ver los productos mantiene despierto nuestro deseo de consumo. El Náufrago apenas miró los tenderetes, estaba casi más pendiente en el espectáculo y de vez en cuando, desviaba su mirada de los santos consumidores y se fijaba en algún perro que también se paseaba por la feria.

No sé si el Ilustre Ayuntamiento ha concedido el permiso a estos comerciantes para recordar la antigua Navidad. Ah sí, alguno debió acordarse. En un rincón de su caseta entre máscaras, gafas, sostenes, bolas de colorines y hasta jamones de plástico, había tres figuras de Belenes. Fantásticas estas fiestas de la Consumidad. La Nueva Era de nuestra Felicidad de baratillo


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