Va de perros

By DOUCE
LA DONOSA HISTORIA DEL CAN QUE TODO LO FACÍA BIEN

A veces mi papá me cuenta historias de perritos porque sabe que me encantan. Anoche, me pidió que me sentara a su lado y me contó la que voy a relatarles. Me rogó también, que como perrita filosófica que soy, sacara mi propia moraleja. Yo le escuché atentamente y le dije que al final, le diría lo que yo pensaba. Y empezó la historia:

“Un carnicero estaba atendiendo su negocio y se sorprendió al ver entrar un perro. Lo espantó, pero el perro volvió enseguida. Nuevamente intentó espantar al perro, cuando advirtió que traía una nota en el hocico. Cogió el papel y leyó:

"¿Podría mandarme 12 salchichas y una pierna de cordero, por favor?"

El perro también traía dinero, un billete de 50 euros. El carnicero cogió el dinero y colocó las salchichas y la pierna de cordero en una bolsa que colocó en la boca del perro. El buen señor estaba impresionado y como ya era hora de cerrar el negocio, decidió seguir al perro.

El animal comenzó a bajar por la calle hasta que llegó a un semáforo. Depositó la bolsa en la banqueta, brincó y apretó el botón para cruzar. Esperó pacientemente con la bolsa en el hocico a que se pusiera en rojo para poder cruzar. Atravesó entonces la calle y caminó hasta una parada de autobús. El carnicero le seguía de cerca. Otro autobús llegó y volvió a mirar. Vio que ése era el correcto y entró. El carnicero, boquiabierto, siguió al can. De repente, el can se levantó y, erguido sobre las patas traseras, tocó el timbre para bajar, todo ello con la bolsa en el hocico. Luego, carnicero y perro fueron caminando por la calle, hasta que el perro se detuvo en una casa y puso las compras en el banco de la puerta.

Entonces, retirándose un poco, corrió y se lanzó contra la puerta. Repitió la acción varias veces. Nadie respondió. El perro rodeó la casa, saltó una cerca y fue hasta la ventana; allí comenzó a tocar con la cabeza en el vidrio varias veces. Regresó a la puerta, abrió un hombre, y comenzó a golpear al perro.

El carnicero corrió hasta el hombre para impedirlo, diciéndole:

-¡Por Dios, amigo! ¿Qué es lo que está haciendo? ¡Su perro es un genio!
El hombre respondió:
-¿Un genio? ¡Ya es la segunda vez en esta semana que el muy mamón se olvida las llaves!

Cuando terminó, todavía bajo la influencia del relato le dije que a mí, esa historia, me enseñaba varias cosas. La primera, la gran diferencia que existe entre nosotros y muchos humanos. Nosotros hacemos las cosas como las sentimos y nada, ni siquiera un amo abusón, por no llamarle de otra manera más fuerte, podría hacernos cambiar nuestra manera de sentir y de obrar. Si uno de nosotros se topa con un tipo como el del cuento seguirá yendo a la carnicería o donde sea. El problema seguirá siendo humano y no perruno. Quizá mi amigo Naguy, que es un perrito muy ‘espabilao’ algún día, como escarmiento, llegaría a casa con la bolsa vacía , después de haber dado cuenta de las salchichas y la pata del cordero que están buenísimas.

Otra posible consecuencia que saco es que algunos hombres no merecen que les mostremos todo aquello de lo que somos capaces de hacer, porque no se lo merecen. En ese caso, es mejor hacerse el tonto.

Y la tercera conclusión, que no es verdad que el perrito se hubiera olvidado las llaves. Estoy segura de que las llevaba, pero quería que el vago de su amo se levantara de la cama, porque si no llama a la ventana se habría tirado todo el día durmiendo. Un tío que no es capaz de ir a comprarse el solito la carne, es que además de cabrón, con perdón, es un vago indecente.

Y esta última es para vosotros, los hombres, le dije. Como tengas un jefe cabrón e incompetente, de nada sirve que te desvivas y hagas lo que debes y algo más, porque te chupará la sangre y nunca reconocerá lo que hagas.

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