La otra realidad

  • Dirección General de la Guardia Civil 13:00 de la mañana:

Ya les han entregado todo lo que queda de su hijo Raúl, 24 años: unas medallas, su triconio y el ataúd. Los padres de Fernando, 23 años, su compañero, siguen en el hospital de Saint Louis, de Bayona. Hasta allí se desplazaron ayer Fernando y Estrella en cuanto llegó a El Tiemblo la noticia de que esta vez le había tocado a su hijo. Ahora esperan lo imposible mientras su agonía se prolonga. No se sabe si es peor la negra certeza de un hijo muerto o la prolongada angustia del hijo que pelea inútilmente contra la muerte

Los homenajes oficiales ya han terminado, según ordena el reglamento. Ya los 'mandos' han cumplido con toda la solemnidad del Benemérito Cuerpo, la ceremonia de despedida. Allí estaban, compungidos y habrá que creer que sinceramente doloridas, todas las autoridades: reyes, jefes de gobierno, ministros del ramo, representantes políticos, compañeros, sensiblemente afectados. Pero esta noche, cuando cesen los rezos, los himnos y las salvas al aire, quedará tan sólo la soledad, el dolor, el vacío hondo, muy hondo, en una casa de Madrid y en una habitación de hospital en Bayona.

  • Después de la ceremonia:

Los políticos harán el paripé aún durante unos días, hasta que el paso de los acontecimientos vaya borrando el dolor de hoy. Sería demasiado notorio si no lo hicieran, sobre todo pensando que cada día queda menos tiempo para la llegada de marzo. Pasados estos días, volverán las discrepancias, los enjuagues, los trapicheos de siempre y las víctimas servirán de pretexto para unos y otros. Llevamos así... ¿cuántos años? esperando que esto se termine, pero no parece que el fin esté ahí cerca. Ahí sigue el fanatismo de una "patria" conseguida a golpe de bombas y pistolas. En su nombre, los asesinos se dan 'razones' a sí mismos, hay otros que solamente de palabra dicen estar en contra... y también están los 'mandados' por la autoridad que son a los que disparan.

  • Primera línea de fuego
Son decenas los que se mueven en la 'primera línea de fuego'. Se necesita que sean jóvenes, que no tengan responsabilidades familiares, que dispongan de todo el tiempo para soportar jornadas maratonianas 'vigilando' sin descanso. Deben moverse entre las líneas de un 'enemigo' invisible y experto conocedor del terreno en que se mueven.Y quizá ocurrió esto ayer. Debemos decir 'quizá', porque los que debían saber algo ya se encargan de no aclararlo demasiado. Quizá no lo saben con exactitud, pero saben mucho más de lo que callan.

Desde fuera, y ante tanto silencio, surgen las preguntas: ¿Por qué si es una misión arriesgada van desarmados, expuestos a que, como ayer, pueda ser acribillados a balazos sobre el volante o en el asiento , al lado del conductor? ¿Basta con que sean jóvenes, sin 'compromiso', para meterles en esta ratonera y tener que moverse en un terreno que el 'enemigo' se conoce palmo a palmo? ¿Cómo los 'reconocieron'? Quizá no sea difícil imaginar que dos chicos de veintipocos años, que entran en una cafetería de un pequeño pueblo de la costa francesa a las nueve de la mañana de un domingo, que se sientan al lado de unos 'desconocidos', que van a hablar normalmente en español - es probable que su francés no dé para mucho camuflaje- despierten razonables sospechas entre los que llevan allí mucho más tiempo y que saben que son espiados.

No hace falta ser detective, investigador, policía, ni ministro del ramo, para pensar que los 'vecinos de mesa' los hayan seguido cuando salen, les increpen en español para cerciorarse de lo que ya sospechan. Es verosímil también suponer que dos jóvenes de 23 años, recién llegados, no hayan sabido disimular su identidad y hayan hecho saltar todas las alarmas. Se supone también que los 'buscados' saben que los encargados de vigilarlos no pueden portar armas, con lo que les resulta más fácil saldar sus cuentas.

Demasiado jóvenes, demasiado inexpertos, demasiado desarmados. Demasiado inocentes entre tanta basura. Ahora sólo queda oír las firmes proclamas, las declaraciones solemnes, mientras alguien siga volando sobre el nido del buitre. Ya no se necesita que busquen sitios dónde cometer un atentado, se los sirven con el café.

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