El musgo del nacimiento

UNA CRÓNICA DE DOUCE

Menos mal que soy una perrita omnicomprensiva, pero hay veces que me cuesta entender a este papá mío. Desde hace ya bastantes días, desde que a don Corteinglés le dio por decir que “ya es Navidad en la Corte ”, encuentro a mi papá algo alterado.

Como lo conozco, sé cuál es la causa de ese mosqueo. No le gusta que le impongan nada. Mucho menos, que los de siempre, poco a poco, pero insistente y sibilina o descaradamente, con lucecitas, músicas, imágenes y fotos de lugares de ensueño, vayan diciéndote lo que tienes que comer y beber, adónde tienes que viajar, qué televisor, móvil, perfume, corbata, tanga, corbata o langostino tienes que comprar. Para hacértelo más fácil, puedes empezar a pagarlo en marzo y así empalmar con el préstamo del viaje de Semana Santa o de las vacaciones de verano.

A mí, como siempre, estas cosas me traen al pairo. Yo no tengo tantas ‘necesidades’. Con un paseo, un poco de comida y dos (o algunas más) caricias, me apaño. Por eso, cuando esta mañana me ha dicho que si tenía inconveniente en acompañarlo al bosque a buscar algo de musgo para el nacimiento, me subió la adrenalina del entusiasmo y de un salto me instalé en el asiento del coche.

En un periquete nos plantamos en 'nuestro' bosque.La verdad que estos días, a esas horas matutinas, casi sin paseantes, el bosque se torna más 'nuestro'. Escogimos lo senderos menos frecuentados porque, según mi papá, así encontraríamos más fácilmente el musgo que buscábamos. Como siempre, yo correteaba a mi bola. A veces, tenía que volver sobre mis pasos y desandar el camino, porque él se desviaba a uno u otro lado. Finalmente encontró un lugar que le satisfizo y se detuvo. Había unas hermosas 'bryophytas'(¡toma Wikipedia!) y escogió un musgo suelto, muy bonito, bastante fácil de arrancar. El problema era que debajo estaba lleno de púas de pino que al separarlas, deshacían el trozo que había arrancado. Algo más lejos encontró otro musgo mas prieto, más compacto, que al levantarlo se desprendía sobre una capa de arena. Este musgo le gustó más, porque a pesar de la arena, era más limpio y más fácil de separar.


Las pequeñas planchas que arrancaba las colocaba con cuidado en un bolsa para que no se deshicieran. Mientras tanto, yo 'vigilaba' la zona, o por mejor decir, me dedicaba a mis tareas olfativas. Cuando terminó, buscamos uno de los caminos principales que atraviesan el bosque y terminamos nuestro 'paseo-extracción'.

Al llegar a casa colocó las planchas en el belén y, de paso, puso perdidos los aledaños. Para que no le reprocharan luego y le llamaran 'chapuzas', se dedicó a dejar lo más limpio posible alfombras y parqué. Una vez terminada la tarea, satisfecho de su 'hazaña', miró complacido su obra y sacó algunas fotos. Se sentía bien, porque tratando de huir de la 'otra Navidad', la de los ipods, los nokia, la "Navidad llena de fragancias", los guantes, los langostinos, los viajes y los tangas... había regresado a 'su' Navidad, más sencilla, más familiar, más propia. La otra, la odia cordialmente.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Está prohibido el arranar musgo o¿Tenia tu dueño permiso para hacerlo?

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