Nuevas cartas a Berta

CARTAS A MI MADRE

Salamanca , septiembre de 196..
Querida mamá,
Ya me tienes aquí de vuelta. No puedes imaginar lo que ha ocurrido con tu hijo Lorenzo. Como cotilleas con la abuela, "me siento más hombre" pero no sabes en qué sentido. Es algo que tú no sabrías entender, por eso no hablo, te parezco huidizo, me callo. Si no he pasado por la farmacia de los abuelos es porque no aguanto esos comentarios insulsos que os traéis: ' que si más gordo, que si más delgado, que si más hombre...' Tengo la impresión de que no hablamos el mismo lenguaje, por eso prefiero callarme. No entenderíais nada.

Dile a papá que no mire el reloj por si no llego a la hora de vuestro 'rosario en familia', pero es que estoy harto de vuestras piadosas rutinas . Puedes comentar lo que quieras con mi prima, tampoco ella, a la que sentía más cerca, va a arrancarme la más mínima confidencia. Estoy seguro de que ella tampoco entendería nada, por más 'avanzada' que se considere.Si esa beata 'doctora' cree que lo tengo es 'angustia vital', que lo crea. No es esa angustia la que tengo, es un un hastío total de ese mundo tan pequeño, tan oscuro, tan pacato que vivís...

Lorenzo
(te seguiré escribiendo)
*********


Salamanca, Noviembre de 196…

Querida mamá:

A pesar del tiempo transcurrido desde que regresé, me sigue resultando difícil hablar contigo. Es como si viviéramos en dos mundos muy distantes. Te miro y te veo ahí, dedicada de pleno al reducido universo de la casa, lavando, planchando, diciendo a Paula que se ponga el uniforme cuando vienen las visitas, ocupada de la abuela, preocupada por mí y por mi hermano, aguantado el humor de papá. Ya sé que tampoco se aguanta a sí mismo. Se siente condenado a ser quien es, no el médico famoso que hubiera podido ser y que la maldita guerra truncó. Ni siquiera sus pinitos como ‘periodista' deportivo y su colaboración en esa revista cuyo título: “¡Coraje!” parece burlarse de su puesto de empleado de banco, le valen para reconciliarse consigo mismo.

Sé que tu vida no es fácil, pero me agobian tus atenciones, tus cuidados. Me gustaría que te sintieras libre, independiente, capaz de dirigir tu propia vida, sin depender de papá, de nosotros, del cuidado de la abuela. Me gustaría que pudieras tener amigas de verdad con las que poder hablar de proyectos, no sé, de ilusiones, y no tener que aguantar todas esas meapilas que te rodean, que no saben más que criticar a quien se sale un poco del rebaño.

Te siento constantemente preocupada, nerviosa, irritable, pendiente más de lo que puedan decir los demás, las vecinas, esos curas y acólitos que vienen a casa y que se dicen amigos, siendo siempre la Mary de los demás, la Mary, madre ‘modelo’, pero nunca tú misma. Sin querer, transmites esa inquietud, ese nerviosismo, esa preocupación que me agobia y no soporto. Haces que me repliegue sobre mí mismo y hasta que me sienta culpable de mis silencios. Tampoco soporto que me exhibas como un ‘trofeo’ ante tus amigas. No sabes cuánto me irritan esas mentiras y esas alabanzas hipócritas: “ Ya me ha dicho la mamá, ¡qué cantidad de éxitos!”. ¿Pero de qué “éxitos” hablan? A lo único que aspiro es a poder respirar un ambiente que no huela a tanta hipocresía.

¡Me ahogo! Me falta aire, por eso estoy callado y me muestro esquivo. Lo peor de todo es que me parece que eres incapaz de entenderlo.
Lorenzo
(te seguiré escribiendo...)


Salamanca, marzo de 196…
Querida mamá:

Lo de hoy ha colmado ya el vaso. El numerito que habéis montado papá y tú, ha sido demasiado. Demasiado ridículo, demasiado incomprensible. Eran unos amigos franceses, bueno ella es rusa pero vive en Francia. Unos amigos que no están acostumbrados a estos falsos protocolos y a estas convencionales ‘hospitalidades’. Me he sentido ridículo, abochornado. Encima papá haciendo las alusiones de uso, que era yo quien “la había metido en casa”. Esa chica no necesita que nadie la ‘lleve o la traiga’ nadie, y menos que nadie “la entretenga”. Se siente lo suficiente libre y segura de sí misma para ir adonde quiera y con quien quiera.

Que la abuela pregunte “ ¿Quiénes son esos extranjeros?”, no me extraña. Pero que vosotros creáis que por invitarlos a pasar una noche en casa os van a ‘contagiar’ no sé qué males, no puedo entenderlo. No te había visto nunca tan fuera de sí, tan nerviosa, tan histérica. Sí, histérica. Ni siquiera te has dado cuenta de los estúpidos calificativos que me has dedicado: “ridículo”, “adefesio”, “existencialista”… ¿Te das cuenta qué revoltijo tan extraño de insultos? ¿O no son ni siquiera insultos, tan sólo unos gritos inconexos, signo de impotencia. Una manera de expresar la imposibilidad de comprender una simple, pero a la vez difícil superación de los propios miedos para asumir la propia libertad.

Son dos amigos, viajan juntos, van donde quieren, hacen lo que creen conveniente, se sienten libres. Para ellos no es nada extraño, ni raro, que un amigo les invite a pasar una noche en casa de sus padres, mientras encuentran un alojamiento. No entienden el follón que habéis montado papá y tú. Él, recibiéndolos de una manera fría, como si fueran sospechosos de no sé qué ‘crímenes’ y tú, con tu numerito de absurdas sospechas y advertencias. Pensé que , quizá, la ‘tradicional hospitalidad española’ sería más fuerte que esa montaña de estúpidos complejos y arcanos morales. Me he sentido completamente estúpido cuando he tenido que mentirles:

- “Perdonadme, me parece que hoy no hay sitio en casa. Os ayudaré a encontrar algo”

- “Pero si no tiene importancia, hombre. Ya nos arreglaremos”, me han respondido.

Una vez más me he dado cuenta de que vivimos en dos mundos diferentes que cada vez se alejan más y no veo la posibilidad de que se acerquen.
Lorenzo

******

Comentarios

Entradas populares