Soledad sonora

Se diría que nos resulta difícil vivir sin ruido alrededor. El Náufrago, que por razones de edad y condición jubilar frecuenta algunos sitios más o menos públicos, tiene un contencioso con ese ruido al que llaman ‘música ambiental’, antiguamente ‘hilo musical’. Cada vez menos ambiental, cada vez, más madeja que hilo.

No está seguro si fueron los galenos los primeros en instalar esos altavoces negros, cuadrados, o camuflados, en las salas de espera, mientras los pacientes manosean los viejos Holas, 10 Minutos o el XLsemanal del año pasado. El caso es que ese ‘ruido ambiental’, al que algunos llaman música, se ha extendido cual funesta plaga que invade nuestros pabellones auditivos. Quizá se deba a que al ‘homo acusticus o strepitus’ ( alias 'walk man') de nuestros días, le asusta la elocuencia del silencio y no puede estar cinco minutos sin que lo atonte algún ruido.

Al parecer, han quedado atrás aquellos tiempos en que se podía pasear, ir en autobús, tren o bicicleta, a pelo, es decir, sin artefacto alguno adosado a los pabellones auriculares. Es raro no ver a nuestras jovencitas y jovencitos pasear por los pasillos del instituto, a veces hasta en clase, en los recreos, en el ir y venir diario sin el ‘aipod’, ‘emepetrés’ o ‘emepecuatro’, o cualquier otro pinganillo, incrustado hasta la cloquea. Y no sólo es cosa de jovencitos, también algunos adultos hacen su footing o se pasean con esos adminículos colgados de los soplillos.

A fin de cuentas, cada cual es libre de atontarse, relajarse o divertirse como le venga en gana. Lo incordiante es cuando en un sitio más o menos público, verbi gratia un gimnasio, o un centro de rehabilitación como los que frecuenta el Náufrago, haya que aguantar, velis nolis, eso que llaman música de los 40Principales, RadioMix, KissFM... o como quiera que se llamen. La música es una cosa muy personal, tan personal como pueden ser los distintos estados emocionales que atravesamos o atraviesan, de parte a parte, nuestro ánimo. Y si uno tiene el ánimo funerario, melancólico o hecho cisco, no sé por qué tiene que aguantar los berridos de los Bustamante, los Bisbal, las Conchitas, los Koalas o cualquier otro chico ‘esgae’ que nos dé el cante. El colmo se alcanza cuando estando en la sala de espera del psicólogo, con toda tu angustia vital a cuestas, sale por el altavoz una música de jazz para 'ambientar' tu cacao mental, afección, disfunción emocional o cómo la llamen.

¿Es que no quedan ya amantes del silencio que griten si es preciso para que nos devuelvan el silencio de donde un día nos extrajeron? ¿Para cuándo un canon que grave el ruido, o a todo aquel que quebrante las ley del Silencio? ¿Cuándo seremos nada más que un verso, una estrofa del poema del Silencio, “Héroes del Silencio”?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola Julio, que sepas que te leo, aunque esté medio ausente, me gusta que te decidieras a celebrar la Navidad, que pusieras el Belén y todo eso y que sigas escribiendo incansablemente... aunque muchas veces no escribo un mensaje siempre leo tis post. Un besote
Douce ha dicho que…
Hola Gatín,

Me gusta mucho leerte de nuevo, y saber que andas por ahí. Me he estado preguntando qué era de ti y ni siquiera la Ratonera me decía por dónde andaba el Gato.

Si los años nuevos, sirven para formular los buenos deseos para los seres queridos, Douce y yo queremos que vayas encontrando en la vida ese estado de felicidad cotidiana que todos deseamos alcanzar.

Que el nuevo año te sirva para 'renovarte' por dentro.

Un gran beso, de parte de Douce y mío

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