Mis consejos (Douce)

Hola, soy Douce.

Perdonen que enseñe de nuevo el morrito. La verdad es que no tenía intención de aparecer por aquí tan pronto, porque yo también tengo mis quehaceres y mis necesidades con las que no voy a cansarles por ahora. Si intervengo, es porque me ha parecido que mi papá, por diversas circunstancias , necesitaba de alguno de mis consejos. Le conozco muy bien y no hace falta que él me diga nada, para saber cuando tengo que decirle cuatro cosas.

Hoy le he aconsejado que se fije en mí, que vea cómo disfruto de cada momento del día y me concentro en lo que estoy haciendo, sin pensar en el pasado, que para mí ya no existe, ni el futuro, que tampoco sabemos cómo va a ser. Yo vivo mis sensaciones del presente, ahora cuando hablo con él, luego, oliendo todos los rastros posibles que mis amigos me han dejado, más tarde descansando, comiendo o jugando. Es la manera que yo tengo, y que no tienen muchos humanos, de vivir.

Como estos días le he visto muy interesado en la lectura y la "visión" de un libro que se compró en su viaje a Salamanca, titulado "Luis Cortés, fotógrafo y cineasta", le he aconsejado que se deje invadir por él, por las palabras con que su mujer - me refiero a la mujer de ese D. Luis, Paulette Gabaudan - nos describe esta faceta de "mirón apasionado", una de las varias que habitaron a este peculiar personaje. Se preguntarán ustedes quién era ese D.Luis Cortés. Pues yo se lo cuento.

D.Luis Cortés Vázquez fue un profesor de la Universidad de Salamanca donde estudió mi papá. Fue primero su alumno y después trabajó con él como ayudante en el Departamento de Filología Francesa. Conoció bastante al matrimonio, conocía algunas cosas de sus varias aficiones: la etnografía, los peces, los pájaros, el yoga, el arte, el habla popular... aficiones que no se anulaban unas a otras , sino que se iban superponiendo, como cuenta su mujer. Le he aconsejado que se interese por su vida, que sólo conocía en parte, y que descubra la sensibilidad de aquel profesor de lengua francesa un tanto peculiar, pero cuyas verdaderas pasiones, sus verdaderos intereses, estaban en el campo, en las gentes capaces de contar historias y refranes, en fotografiar paisajes, medallones, gentes desconocidas , "inmovilizar" un instante : un pescador junto al río, con su caña, su cesta y su bici, las lavanderas del río, unos cesteros trabajando la mimbre, unos gitanos bajo el puente romano... Momentos de vida detenidos en un cliché, tratado con mimo después, en un cuarto de aseo transformado en laboratorio.

Le he dejado que hurgue, que se deje llevar por ese mundo rico de hombre ilusionado en su trabajo. Le he aconsejado que se deje arrastrar por la fuerza de esa eterna curiosidad que nos lleva a descubrir nuevos mundos, de abrir el horizonte más allá de las circunstancias cotidianas y las preocupaciones que nos cerquen. Le ha aconsejado que lo lea, que mire con sus ojos, que escriba lo que siente. Que poco a poco el alma se le irá llenando.

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