Las lecciones de Douce

SABER VIVIR

 By DOUCE

Pues verán ustedes, ahora que el Náufrago tiene mil cosas en la cabeza y no sabe cuál de ellas acometer porque desearía liquidarlas ipso facto, voy a explicarles cómo funciona él y cómo funciono yo, si ustedes me lo permiten.

Olisqueando entre  las hortensias

La gran diferencia entre yo, perra, y él, humano, es que no tenemos el mismo ‘filosofía’ de cómo vivir la vida. Sí, no se rían, porque la cosa es más seria de lo que piensan. Partamos de un capricho de la madre Naturaleza. A nosotros los perros, esa ‘Señora’ nos ha concedido la cuarta o quinta parte de la vida media de los humanos. Ella es sabia y sabrá por qué lo hace. Si es que lo sabe. Si ellos alcanzan una vida media de setenta u ochenta años, que no lo sé, nosotros podemos alcanzar los catorce o dieciséis y algunos más, en casos especiales – yo tengo trece – y espero seguir viviendo algunos más.

Pero dejemos los años, que me he desviado de lo que quería decir. Si nosotros vivimos esos años es porque los aprovechamos intensamente. Cada minuto, cada segundo lo vivimos, estamos a lo que estamos, incluso cuando dormimos. No perdemos ni un segundo pensando en lo que hicimos no sé cuándo y no nos comemos el coco pensando en lo que vamos a hacer dentro de cinco minutos. Lo que sea, sonará, porque ahora mismo me estoy dedicando a lo que hago. Quiero decir con ello que cada segundo sabe a segundo y solo a eso. Si estoy ladrando, como lo estoy haciendo ahora, me concentro en ladrar porque he oído al pesado del tercero, y dejo de escribir…

Digo todo esto porque mi papá es un poco mucho cagaprisas. En mi programa de paseos hay ‘paseos, paseos’ y ‘gilipaseos’ que son la mayoría. Y así puede presumir de haberme paseado cuatro o cinco paseos al día. Pero los ‘gilipaseos’, que son los más socorridos, no me dan p´a ná. Menos mal que yo los aprovecho intensamente: cada olfato en cada una de las ruedas de un coche, de una planta, de un tronco de un árbol, una flor, un vaso de plástico que me encuentro, me saben a nuevo, aunque haya paseado por allí miles de veces. No me canso, analizo y disfruto cada vez que mi trufa identifica el rastro de un congénere que ha dejado su mensaje y yo se lo devuelvo…

'Gilipaseando...'

Antes de ponerme a escribir esto, hemos hecho uno de esos ‘gilipaseos’ de la tarde. De momento me ha acotado el territorio que podía explorar y olfatear. Notaba que él no estaba pensando en lo que estábamos haciendo… No le pido que él se pusiera a cuatro patas y empezara a olisquear como yo. ¡Coño! Pero podía fijarse en las hojas de trébol y de boca de dragón que han renacido después de la última segada. Pues no, segura que pensaba en lo que iba a hacer después, o de lo que había hecho anoche…

Habíamos hecho una ronda de unos minutos y ya tenía prisa para subirse y ponerse a no sé qué. Yo soy bastante obediente y si me mandan volver, pues vuelvo, pero también sé echar mano de mis mañas, muy perrunas y muy femeninas. Me había indicado ya subir a casa y traspasada la cancela, me hice la remolona. Sí me lo hubiera exigido, le habría hecho caso, pero como le veía que su ‘conciencia’ le estaba diciendo que me dejara algo más, aproveché la indecisión y me fui derecha al jardín, con algo de recelo, por si le daba por cambiar de opinión… Lo logré. Al ‘gilipaseo’ le había añadido algunos minutos más y me recreé entre los troncos de las hortensias, vi que el seto había sido podado, olisqueé un trocito de baldosa donde había caído algo y seguí disfrutando de mi sesión de exploración del territorio. Yo he aprovechado los minuto a minuto que estaba viviendo, él estaba pensando en algo que a lo mejor nunca sucederá.

¿Eso es vivir?