Douce y sus otras vidas

¡LA ‘PINZA-PISTOLA’ EXISTE!
By DOUCE
Es curioso pero conviviendo con este Náufrago, a veces tengo sensaciones como si hubiera vivido antes otra vida. Al oírle contar algunas de sus historias es como si él hubiera sido antes perro y yo niño. De todos modos no me hagan mucho caso, son cosas que pasan por mi mente. La curiosidad de hoy, tenga o no tenga relación con el preludio, ha surgido de este modo.

Arma mortífera
Resulta que ayer alguien rebuscando en el blog había buscado en Internet ‘pistolas de madera’ y le había remitido a una entrada que había escrito hace cinco años en uno de esos recuerdos de infancia. En aquella entrada hablaba de uno de sus juguetes favoritos, de fabricación casera. Ustedes seguramente son muy jóvenes y a lo mejor no conocieron estas ‘pistolas de madera’ que, a falta de armas mejores, fabricábamos los hijos de la post guerra.

El arma ‘mortífera’ se componía de dos pinzas de madera, de esas que sirven para tender la ropa. Hoy esas pinzas se han convertido, casi todas, en pinzas de plástico. Ayer, al recordarlo, sintió la misma urgencia que entonces: hacerse con un puñado de las dichosas pinzas de madera y poner en marcha la armería… Hasta ahí nada de raro, tratándose de quién se trata o incluso de mí, en mi ‘otra vida’.

Los azares de la vida nos llevaron a un lugar donde sucedería lo que voy a contar. Esta mañana, después de haberlo aplazado ya otros días, me llevó al ‘Vete’ para mi revisión anual y de paso renovar mi DNI canino. La sala estaba repleta, pedimos vez y como a mí esas antesalas me ponen nerviosa, salimos fuera a un lugar un tanto extraño. El caso es que en mi exploración me llevó a una especie de canalillo que había debajo de ventanas donde había ropa tendida - sin segundas-. Mi papá me siguió, miró abajo por donde yo olisqueaba y… ¡Oh sorpresa! ¿Saben que encontramos? No se lo pueden imaginar. En el suelo, algunas algo húmedas, yacían varias pinzas que debían haberse desprendido de los tendederos. La mayoría eran de plástico de diferentes colores pero también encontramos tres pinzas de las antiguas, de madera.

El Náufrago me miró con aire de incrédulo. No sé si pensaba que yo tendría algo de bruja, pero no me dijo nada. Llevaba tiempo buscando esas pinzas y resulta que hoy precisamente, después de mucho tiempo y sin esperarlo, encontraba los artefactos que ayer le habían recordado. Le faltó tiempo para guardarse con secreto las tres pinzas…

La revisión pasó sin grandes problemas, aunque no me gusta demasiado que me suban a esas camillas metálicas, me ausculten, me pinchen a traición y con alevosía y otras ‘humanerías’ de ésas. Noté que el Náufrago quería llegar cuanto antes a casa para armar la ‘artillería’. Allí (¿lo habré hecho yo también en mi otra vida?) sacó las pinzas del bolsillo, desarmó una de ellas, sacó su ‘muelle’, lo volvió a insertar pero en posición inversa, lo introdujo en la ‘boca’ de la otra pinza, la ‘cargó’, metió el ‘proyectil’, dio al gatillo y…¡Eureka! ¡FUNCIONABA! Retrocedió decenas de años, se volvió a ver en pantalón corto parapetándose detrás de una silla y disparar al ‘enemigo’, que casi siempre era un hermano o algún amigo.

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Se sentía feliz al poder retroceder tanto tiempo, me enseñaba una y otra vez cómo se hacía y cómo se montaba. Yo me puse a pensar y, sin decirle nada, me dije: ¿Por qué esto no me sabe a nuevo?

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