'El idioma español nace en Valderredible. Cantabria" (Miguel A, Revilla)
REVILLA FILÓLOGO
Don Revilla, el inefable, que con el mismo desparpajo alterna con Buenafuente, que se cala una montera, descarga anchoas en la Moncloa, mea cabe Harold de Noruega, pasa hambres pueblerinas en bodas reales, no tiene el más mínimo pudor en chivarse de quién salió de la reunión a destiempo y cronometra lo que dura su micción, se nos ha metido a filólogo. Son tantas ya las 'ocurrencias', por no llamarlas de otro modo, que pudieran dar para escribir un libro muy gordo –le encantaría – a cualquier Revillólogo.
Como no hay parcela del saber en que no meta la cuchara, por no decir la pezuña, ahora nos ha resultado filólogo. Todo por la ‘patria’, la pequeña y la grande, aunque no sabría a cual se acerca más su ego pueblerino, porque ambas ‘le ponen’. Cuando uno se identifica con el paisaje y se hace uno con el terruño, es difícil adivinar donde empieza el individuo y donde terminan las ‘patrias’ o viceversa. Revilla lo mismo se identifica con las anchoas, que con los remeros de Castro o Astillero, con Munitis, o con el orujo de Potes. No se sabe muy bien si estas identificaciones son simbiosis o esquizofrenia para hacer propio lo que no es patrimonio exclusivo de nadie.
Ahora, apoyado en confesiones que le comunicó “hace diez días” un profesor de una universidad americana, apoyado por “un equipo de lingüistas impresionante” en palabras del propio presidente que en esto de los adjetivos no escatima vocablos. De esa charla el presidente que de estas cuestiones, como de muchas otras no tiene ni repajolera idea, ya ha deducido que esas glosas que “un monje anónimo, probablemente vasco, por lo menos, bilingüe, escribió en el cenobio de San Millán a mediados del siglo x” (1), fueron escritas en Valderredible, Cantabria.
Que un Presidente que no parece tener mucho conocimiento de todos los factores que intervienen en el nacimiento balbuciente de una lengua, haga afirmaciones tan gratuitas porque alguien, ‘muy importante’ para él por halagar sus paletos oídos de nacionalismo ridículo, haga afirmaciones como las que ha hecho, es una muestra más de su megalomanía terruñera y su verborrea diarreica y populachera. Habrá que seguir aguantándolo, democráticamente, pero permítasenos al menos tener nuestras serias dudas, democráticas también, sobre sus méritos presidenciales y su competencia en determinados asuntos.
(1) Alonso Zamora Vicente Secretario Perpetuo de la Real Academia Española MADRID. Discurso en el XV centenario de San Millán
Don Revilla, el inefable, que con el mismo desparpajo alterna con Buenafuente, que se cala una montera, descarga anchoas en la Moncloa, mea cabe Harold de Noruega, pasa hambres pueblerinas en bodas reales, no tiene el más mínimo pudor en chivarse de quién salió de la reunión a destiempo y cronometra lo que dura su micción, se nos ha metido a filólogo. Son tantas ya las 'ocurrencias', por no llamarlas de otro modo, que pudieran dar para escribir un libro muy gordo –le encantaría – a cualquier Revillólogo.
Como no hay parcela del saber en que no meta la cuchara, por no decir la pezuña, ahora nos ha resultado filólogo. Todo por la ‘patria’, la pequeña y la grande, aunque no sabría a cual se acerca más su ego pueblerino, porque ambas ‘le ponen’. Cuando uno se identifica con el paisaje y se hace uno con el terruño, es difícil adivinar donde empieza el individuo y donde terminan las ‘patrias’ o viceversa. Revilla lo mismo se identifica con las anchoas, que con los remeros de Castro o Astillero, con Munitis, o con el orujo de Potes. No se sabe muy bien si estas identificaciones son simbiosis o esquizofrenia para hacer propio lo que no es patrimonio exclusivo de nadie.
Ahora, apoyado en confesiones que le comunicó “hace diez días” un profesor de una universidad americana, apoyado por “un equipo de lingüistas impresionante” en palabras del propio presidente que en esto de los adjetivos no escatima vocablos. De esa charla el presidente que de estas cuestiones, como de muchas otras no tiene ni repajolera idea, ya ha deducido que esas glosas que “un monje anónimo, probablemente vasco, por lo menos, bilingüe, escribió en el cenobio de San Millán a mediados del siglo x” (1), fueron escritas en Valderredible, Cantabria.
Que un Presidente que no parece tener mucho conocimiento de todos los factores que intervienen en el nacimiento balbuciente de una lengua, haga afirmaciones tan gratuitas porque alguien, ‘muy importante’ para él por halagar sus paletos oídos de nacionalismo ridículo, haga afirmaciones como las que ha hecho, es una muestra más de su megalomanía terruñera y su verborrea diarreica y populachera. Habrá que seguir aguantándolo, democráticamente, pero permítasenos al menos tener nuestras serias dudas, democráticas también, sobre sus méritos presidenciales y su competencia en determinados asuntos.
(1) Alonso Zamora Vicente Secretario Perpetuo de la Real Academia Española MADRID. Discurso en el XV centenario de San Millán
Comentarios
O una estruendosa pedorreta, a elegir.