Una visita al ‘Amerigo Vespucci’

Lo había leído en el periódico : “El Amerigo Vespucci visita la capital para presentar el II Festival del mar”. Y añadía: “El buque escuela italiano podrá ser visitado desde mañana hasta el próximo lunes”. Luego se fijó en los horarios de visita: Mañanas: de 10.00 a 13.00. Y pensó que hoy, como el día se había levantado cejijunto, era una buena ocasión para hacer la visita.

Llegó poco antes de las diez .Ya había una larga fila de cincuenta o sesenta personas que hacían cola en el puerto. Pasaron las diez y llegaron las diez y media. Quizá los italianos y españoles no estamos demasiado acostumbrados a eso de la puntualidad. ¿Carácter latino? Sencillamente, una falta de educación ciudadana. La gente esperaba pacientemente, abriendo intermitentemente los paraguas porque de vez en cuando alguna nube lloraba su canción mañanera. No se notaba movimiento en el bauprés anclado en el puerto. Sólo algunos marineros de tropa cargados de maletas que subían a los taxis, seguramente hacia alguna habitación de hotel que sustituyera a los estrechos camarotes y les permitiera algún desahogo. La hermosa imagen de la fragata se perfilaba altanera sobre un fondo de plomo.

Llegaron las once menos diez y empezó a notarse algún movimiento. Algunos marineros del barco colocaban vallas y escaleras. Entró el primer grupo. Algún espabilado se coló de rondón ante el enfado de algunos de los que con paciencia habían esperado. Un poco más tarde el acceso al Amerigo se fue haciendo más fluido. En el buque-escuela el grupo de marineros y guardiamarinas de servicio saludaban y recibían a los curiosos visitantes. Todo estaba en perfecto estado de revista: suelos, cromados, cordajes, escalas. Faltaban ojos para ver cada detalle y de vez en cuando la cámara trataba de aprisionarlos para volverlos a ver con mirada más reposada y tranquila. También la ciudad y la bahía adquirían aspectos diferentes vistos desde el puente del velero.

Terminada la visita, una última mirada a la proa del barco y su mascarón con la efigie del titular de la fragata, Amerigo Vespucci, navegante, cartólogo y cosmógrafo que usurpó a don Cristóbal el nombre del Nuevo Continente. Por allí andaba el padre de las Casas para decir: “Maravíllome yo de don Hernando Colón, hijo del mismo almirante, que siendo persona de muy buen ingenio y prudencia y teniendo en su poder las mismas navegaciones de Amérigo, como lo sé yo, no advirtió en este hurto y usurpación que Amerigo Vespucio hizo a su padre.” Cosas de la Historia.


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