Desde la otra orilla
¿QUÉ VAS A HACER, SEÑOR, CUANDO YO MUERA?
Había empezado a leer el libro “Rainer Mª Rilke. Cuarenta y nueve poemas” seleccionados y traducidos, excelentemente, por Antonio Pau quien ha traducido también algunas de sus cartas y otros muchos libros sobre el poeta. Había leído los diez primeros poemas y al llegar al undécimo, es como si se hubiera abierto una luz que iluminara la estancia interior con una luminosidad diferente: “ Was wirst du tun, Gott, wen ich sterbe?” ¿Qué vas a hacer, Señor, cuando yo muera?
Nunca nadie le había invitado a contemplar a Dios desde ese ángulo. Y el poema seguía:
Desde pequeño le habían mostrado otro Dios. Un Dios exigente, que reclamaba amor. Un Dios enfadado, si ofendido. Un Dios al que adorar, servir, honrar y amar. Un Dios terrible y vengativo, como Ojo inmenso que todo lo escruta y vigila. Desconocía a ese Dios con sed, necesitado de abrigo, un Dios cuya razón de ser es estar ligado a la suerte de sus criaturas. Un Dios menesteroso, necesitado también de cariño.
Y el poema seguía: “ Nach mir hast du kein Haus…”
Y termina el poema:
Había empezado a leer el libro “Rainer Mª Rilke. Cuarenta y nueve poemas” seleccionados y traducidos, excelentemente, por Antonio Pau quien ha traducido también algunas de sus cartas y otros muchos libros sobre el poeta. Había leído los diez primeros poemas y al llegar al undécimo, es como si se hubiera abierto una luz que iluminara la estancia interior con una luminosidad diferente: “ Was wirst du tun, Gott, wen ich sterbe?” ¿Qué vas a hacer, Señor, cuando yo muera?
Nunca nadie le había invitado a contemplar a Dios desde ese ángulo. Y el poema seguía:
“Yo soy tu cántaro (¿y cuando me rompa?)
Soy tu bebida (¿y cuando me vierta?)
Yo soy tu vestidura, soy tu oficio
Y perdiéndome a mí pierdes sentido”
Desde pequeño le habían mostrado otro Dios. Un Dios exigente, que reclamaba amor. Un Dios enfadado, si ofendido. Un Dios al que adorar, servir, honrar y amar. Un Dios terrible y vengativo, como Ojo inmenso que todo lo escruta y vigila. Desconocía a ese Dios con sed, necesitado de abrigo, un Dios cuya razón de ser es estar ligado a la suerte de sus criaturas. Un Dios menesteroso, necesitado también de cariño.
Y el poema seguía: “ Nach mir hast du kein Haus…”
“Después de mí no tendrás casa en la que¡Qué visión tan diferente la de un Dios a la intemperie, necesitado de oír palabras íntimas, cercanas como cualquier enamorado! Dista mucho de ese Dios que espera oraciones y plegarias mendicantes. Un Dios que en lugar de sentirse ‘necesario’, anda descalzo sin unas palabras ‘últimas y cálidas’. Todo un cambio de visión y perspectiva.
te saluden las palabras últimas y cálidas.
Y de tus pies cansados
se caerá la sandalia que yo soy”
Y termina el poema:
“Tu manto se soltará de ti.Una criatura que se inquieta por su Dios, preocupada por saber dónde reposará esa mirada cuando ya no encuentre descanso en el rubor de unas mejillas: “Was wirst du tun, Gott? Ich bin bange.”
Y tu mirada, que acogen mis mejillas
blandamente, me buscará
sin tiempo, y al final de la tarde
se echará en el regazo de piedras ignoradas.
- “¿Qué harás entonces? Tengo miedo
Comentarios
La verdad que esta es una visión totalmente diferente. Un poco egocéntrica??
Yo pienso que algo superior existe pero, como superior que es, no lo podemos entender, está más allá de nuestro poder de razonar o sentir.
Es como querer entender al corazón. Como bien dijo Pascal. El corazón tiene razones que la razón no comprende.
Si existe, me imagino que debe de ser como lo describe el poema.
Buenas noches/días