Un mundo de agua y sombras

EL HOMBRE DEL BASTÓN BLANCO

Suele ser puntual, cuando el reloj de las sombras señala las nueve de la mañana. Sigue el complicado itinerario del gimnasio, se desviste, se pone su bañador negro y su gorro azul y con su largo bastón va encontrando la ruta del agua. Pasa delante de la gran piscina, no le interesan las calles donde se agitan brazos y piernas en recorridos interminables.

Va hacia la zona de SPA, deja su largo bastón blanco sobre un banco y deja deslizar su frágil y agotado cuerpo de ochenta años en el agua caliente del vaso de spa. No se pone debajo de los grifos y emprende su recorrido pausado de un extremo al otro de la pequeña piscina. Cuando llega al extremo de partida busca con sus manos su ‘medidor de largos’. Es un cinta azul donde hay cosidos una serie de botones y una pinza de tender la ropa, cada ‘largo’ corre la pinza uno de los botones. Es su rústica forma de medir sus ‘carreras’ por el agua.

A veces su cabeza llega antes sin que sus brazos hayan podido tocar el final del recorrido y puede darse un golpe que, aunque suave, puede dejar una huella morada en uno de sus pómulos o en su frente. Esta mañana su pómulo derecho estaba amoratado. Aunque en el vaso-piscina, de poco calado, no se utiliza normalmente para nadar, hay personas mayores, como él, que aprovechan para bracear un poco. Ayer, mientras una señora iba nadando hacia atrás a lo ancho del vaso no se dio cuenta de que él hacía su trayecto rutinario y no pudo evitar sentir un manotazo en su cara. Ni un mal gesto, ni una palabra. Él sigue, incansable, su camino del agua entre las sombras.

Así pueden transcurrir quince, veinte minutos, media hora. Después buscará su largo bastón largo, y los puntos de referencia que le llevarán de nuevo al vestuario. El pómulo está realmente amoratado. Entre las sombras buscará la ducha e imaginará no se sabe bien qué espacio entre la oscuridad de su ceguera. Y volverá a su casa sin más luz, ni más guía, que su largo bastón blanco.

Mañana, a la misma hora, volverá a llamar a las puertas del agua. Serán las nueve de la mañana de su Noche.

Comentarios

Campu ha dicho que…
Esa vida en la oscuridad...siempre recuerdo a esos perros guía del metro...los bellísimos labradores (corrígeme si me equivoco que no soy muy entendida en razas perrunas)...

Me llamaba la atención cómo corrían por los pasillos de la ciudad subterránea de Madrid llevando a su dueño a destino correcto...
Increíble.
Quizá la estación más fácil sea Sol, por ese olor al dulce de los empalagosos gofres...
Douce ha dicho que…
Gracias , Campurriana por esa evocación.

La respuesta a tu comemtario lo puedes ver en la entrada que encontrarás algo más arriba.

Feliz día y buen descanso de fin de semana

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