Las nueve de la mañana

- Las nueve de la mañana es la hora en que la vecina del cuarto izquierda sale de casa para ir a la tienda en que trabaja. No se atreve a entrar en el ascensor porque quizá le da corte el aspecto serio de su vecino del cuarto derecha. Debe pensar que no sabe qué decirle. Tampoco le gusta tener que hablar del tiempo. El silencio, aunque sea de apenas un minuto, le da yuyu. Así que prefiere que sus piernas veinteañeras bajen raudas los cuatro pisos de escaleras.

- Las nueve de la mañana es la hora en la que se producen atascos en la misma rotonda. A esa hora no hay ningún 'agente de movilidad' libre. Sólo asomarán el morro más tarde, cuando sea perfectamente prescindible su presencia fluorescente. Es la hora de la jungla urbana que hace sonar sus cláxones y logra que se imponga la ley del más fuerte o del más terco.

- Las nueve de la mañana es la hora en que el profesor va apresurado en su coche, mirando su reloj, sin ver al amigo que circula a su lado y que le observa desde la ventanilla esperando que le reconozca para poder saludarlo. Pero son otras sus preocupaciones, lleva prisa.

- Las nueve de la mañana es la hora en que la 'brigada verde' del taller municipal arregla los parterres del paseo principal de la ciudad.

- Las nueve de la mañana de las jóvenes mamás rubias que corren con sus rubios retoños antes de que el semáforo cierre el paso los peatones. Es la hora de una hermosa e impaciente carrera antes de que el colegio cierre sus puertas.

- Las nueve de la mañana es la hora en que altos funcionarios, jefes de negociado o de personal paseen sus ternos gris marengo, sus camisas azules y sus floreadas corbatas por las aceras de la City local.

- Las nueve de la mañana es la hora en la que la quiosquera de sonrisa permanente entrega el ejemplar del periódico a su cliente eventual.

- Las nueve de la mañana es la hora en que el 'clochard', desarrapado, sigue sentado en el banco del paseo donde ha pasado la noche, sin encontrar un sitio donde lavarse. Su fiel 'skol' está a su lado. Ve pasar a los viandantes sin mirarlos. No tiene ojos ni para mirarse.

- Las nueve y cuarto de la mañana. Es la hora en el paciente llega a la consulta. Se sienta, mira alrededor, escribe, espera, impaciente, que por una vez y sin que sirva de precedente, no tenga que esperar hasta las diez para ser recibido.

Son las diez de la mañana. La enfermera abre la puerta de la sala:
- "PUEDE PASAR”, dice al impaciente paciente mientras abre la puerta del despacho del doctor...

Comentarios

Campu ha dicho que…
Me ha gustado mucho tu relato, Náufrago. Tiene algo de Amélie...
:)
Anónimo ha dicho que…
Hola, Campurriana

Pues la verdad es que cuando el Náufrago escribió estas líneas no tenía presente a Amélie... pero ahora que lo dices, sí es posible que esté un poco en el subconsciente este ir por la vida, viviendo los propios pensamientos.

Quizá tengan algo también de 'sueños' y surjan de la necesidad de crearse un mundo a su manera.

Ahora son las diez de la mañana. Han pasado ya muchas cosas desde que se levantó, a las siete y cuarto. Tendría para escribir otro 'post', pero ése quedará en su almario.

Que el día te sea 'intenso' y propio. Procura no enajenarlo.
Campu ha dicho que…
Náufrago, últimamente no puedo permitirme enajenar los días...ni tampoco quisiera...
Cada segundo de la vida es un regalo para disfrutar...
Felices sueños en tu isla.

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