"El segundo corazón"

Hace ya algún tiempo, coincidí en Friburgo ( Suiza) – hay tantos fri-burgos, como villa-francas, ville-franches, o vila-francas haya – con un corpulento canadiense. Un día escribió a Simone de Beauvoir después de haber leído “La Fuerza de las cosas”. Entre otras cosas le decía:
“Acabo de leer su libro “La Force des choses”. Lo he leído en el tren Friburgo-Berlín. Durante cuatro días he vivido con usted, ahora quiero hablarle un poco...
He pasado cuatro días con usted, más real que los paisajes, más que los demás viajeros. Eso es un poco la gloria: habitar en el corazón de un desconocido. Siempre he soñado con escribir un día algo hermoso que un desconocido pudiera leer en un tren y que le ayudara un poco a vivir mejor.”
Yo también he convivido durante unos días, a ratos, con el autor de “El segundo corazón”, un libro en que Luciano G. Egido revela su visión de Salamanca. Dice en su prólogo:
“Yo nací en Salamanca y todavía no me he repuesto del trauma. Porque nacer en esta ciudad es sobre todo nacer en la historia abrumadora de las glorias pasadas, llena de estímulos, de competencias desalentadoras, de recuerdos fijados en el cielo de lo imposible”.
- Eso es un poco este libro: como el ‘asesinato’ freudiano del padre, para adquirir el ser propio y devolverlo a la vida en serena madurez. Es una revisión del ‘Pasado remoto’ de los tres cerros donde se asentó esta ciudad, la savia de un río que la ha dotado de vida y de reposo, o el color de su piedra dorada extraída cuando un feliz accidente geológico, depositó en las terrazas del Tormes una masa compuesta de rocas sedimentarias hechas de cuarzo, feldespato y arcillas. Es la piedra que da a la ciudad ese color que en la puesta del sol dora la ciudad.

- El libro es también su “Próximo pasado", cuando la ciudad se convirtió en referencia cultural y resonó su nombre por todo el ámbito cultural de aquellos siglos y los venideros. La Salamanca de ‘Lazarillos’, de ‘Cuevas’ nigrománticas, de ‘Estudiante’ de Espronceda, de ‘Melibeas’ enamoradas y ‘Celestinas’ alcahuetas. La Salamanca de sangre y banderías de rencores y venganzas ‘bravas’.

- Y es la Salamanca de “Ayer por la tarde”, de la piedra vulnerable a terremotos que amenazan la altivez y la severidad de sus torres, la de ese recinto, que cuadricula el sol desde que amanece hasta que huye detrás de los Arapiles. Esa Plaza, noria de amor, lugar de cita y cambalaches, geometría exacta, ‘cedazo de rumores’, lugar de cita y de descanso’, sala de estar, foro, ruedo, mercado...

- Es la Salamanca de “Ayer por la Tarde” y la de “Esta mañana”, la del Unamuno atormentado tratando inútilmente de convencer a vencedores de muerte y de venganza. Y es la Salamanca de post guerra, vivida ‘entre visillos’ y entre rezos, recogida, beata. Una Salamanca en la que se venga con desmesura insólita en la autora de “Entre visillos”, como si Carmen fuera esa ‘salamanca’ alicorta, ñoña, de ingenuas creencias, de piadosas mentiras. Se burla de su ‘costumbrismo inane’, de sus ‘diminutivios hipócritas’, de su ‘mundo minimizado, de muñecas subdesarrolladas’... De mucho aburrimiento y mucho llorar. Da la impresión de haber leído con prejuicios este retrato de una ciudad aburrida, sofocante, oscura, temerosa, encorsetada en una moral hipócrita, algo que se palpaba en la mayoría de ciudades de provincia españolas de la época. España entera era la “Calle Mayor” de Berlanga.

- Termina su recorrido personal de ‘su’ Salamanca en su “Viaje a la libertad”, cuando terminado el curso escapaba hasta “ el Cachón rugiente, despendolado, como un Iguazú en miniatura, chorreando agua desde la altura, espumoso, humeante con intensidad de hoguera y altura de incendio voraz, sobre la placidez de las orillas rocosas... Todo componía una imagen de un mundo insólito, deshabitado, en el que nos permitíamos la broma de decir que allí no había ni Dios y, si lo había, era el Dios de la creación, preedénico, todavía satisfecho de su obra.”

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Gracias por tu post, me he reído mucho... en realidad podía habérle preguntado al profe, pero creo que con esas edades no se pregunta. Fui monitora de tiempo libre algún verano y los niños de 4 y 5 eran los que más me costaban, eran hieractivos, no hacían caso, pero cómo les regañaras se asustaban mucho. ¡No sabía manejarlos!

Eres un cielo Julio, creo simplemente que mi profesor de natación tenía esa trabajo para sacar dinero, en realidad no era profesor, y no sabía nada de pedagogía.

Muak!

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