Cartas portuguesas II

No será un Náufrago quien diga qué es el Amor, ni cuántas formas de Amor se nos presentan como tal o cuántas maneras de amar pueda haber. En esta ocasión el Náufrago sólo ha tomado nota de algunas expresiones de eso que se llama ‘amor pasión’, ‘amor idolátrico’, en términos ‘Frommianos’. Estas emocionadas reflexiones las extrae de un libro apasionado que ha sido objeto de culto, de reprobación, de análisis, de crítica sobre sus posibles autores, por un mero capricho isleño y ver qué expresiones literarias pueden traducir ese sentimiento fundamental en la vida de hombres y mujeres, separados del seno que los tuvo protegidos, donde hay tantos y tantas que desearían volver.

  • Perplejidades:
“ Quizás esta ausencia –a la cual mi dolor, por más ingenioso que sea, no puede dar un nombre bastante funesto – me privará para siempre de mirar aquellos ojos en los que vi tanto amor, y que me hicieron conocer emociones que me colmaron de alegría, que lo eran todo para mí y que, en fin, me bastaban? ¡Ay! Los míos están privados de ka única luz que les animaba. Ya no les quedan más lágrimas, y sólo los empleé en llorar cuando supe que vos estabais decidido a un alejamiento que me resulta tan insoportable que me causará la muerte en poco tiempo”
  • Vanas recomendaciones,
“ Mil veces al día, mando mis suspiros hacia vos, mis suspiros os buscan por todas partes y como única recompensa por tantas inquietudes, sólo me reportan una advertencia demasiado sincera y debida a mi mala fortuna, que tiene la crueldad de no permitir que me envanezca y que me dice en todo momento: Cesa, cesa, Mariana desgraciada, cesa de consumirte en vano y de un amante que jamás volverás a ver.
  • Efectos amorosos
“ Estas violentas emociones me produjeron tanta impresión que durante más de tres horas todos mis sentidos me abandonaron. Me resistía a una vida que por vos he de perder, puesto que no puedo conservarla para vos.
  • Quejas
“Os conjuro a que me digáis por qué os propusisteis seducirme ¿Por qué lo hicisteis, ya que muy bien sabíais que deberíais abandonarme? ¿Y por qué os encarnizasteis tanto en hacerme desgraciada? Pero os pido perdón: no os culpo de nada. No estoy en condiciones de pensar en mi venganza y acuso tan sólo al rigor de mi destino. Me parece que, al separarnos, nos ha hecho todo el mal que podríamos temer.

Nota : Estas reflexiones pertenecen a la Primera Carta que la monja portuguesa escribió a su amado Conde de Chamilly. Seguiremos con el epistolario. Ver también esta Entrada

"Cartas de uma freira portuguesa"

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