El Náufrago en el mercado

Et je suis allé au marché aux esclaves
Et je t'ai cherchée
Mais je ne t'ai pas trouvée
Mon amour


Jacques Prévert escribió:

Fui al mercado de esclavos
Y te busqué.
Pero no te encontré,
Amor mío”
.


Hoy bajó el Náufrago al 'Mercado Medieval' y encontró trozos de su infancia. No es que él naciera en el medievo, aunque casi, sino porque entre el montón de esmaltes, plantas, perfumes, jabones, olores, panes, filigranas, crèpes, escudos, cascos, espadas, yunques, molinos, guarnicioneros, advenedizos y curiosos... encontró sus chucherías, sus juguetes, las tablas en las que fregaba su madre sus camisas, el olor de aquellos panes de tiempos pobres.

Encontró de nuevo sus cariocas, sus tirachinas, los palos de regaliz que a mordiscos desollaba, sus chufas, los jabones con que lavaba su madre. Recuperó por un tiempo aquellos olores, aquellos juguetes de madera, hasta sentirse de pantalón corto, las rodillas sucias, llenas de rasguños, de tanto arrastrarse por el suelo. No sospechaba que tenía que regresar tan lejos para encontrarse, para que le devolvieran la infancia que dejó olvidada en aquella tarde de verano, cuando el calor achicharraba, mientras las chicharras repetían machaconamente su salmodia metálica. Todo dormía, las hortensias descansaban a la sombra, las uvas y los higos estaban ya casi maduros, mientras él, niño aún, trataba de encontrar pañuelos adolescentes en el calor íntimo de unos muslos cálidos de sombra y de misterios ... Estaba despidiéndose un mes de agosto. Hace tiempo, mucho tiempo, pero aún olía a verano.

Se hallaba cómodo entre esas casetas de dónde salía el olor a especias, que se confundía con el de los jamones, el pulpo, las patatas que cocían, las rosas perfumadas, o los intensos perfumes del oriente. Era un regalo para la vista, para el olfato, para el gusto, para el tacto mientras el oído percibía el canto de flautas y chirimías que se paseaba por entre las improvisadas callejuelas anunciando que la fiesta comenzaba.

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