Una visión 'marxista' de la vida

¡HOLA Y ADIÓS!

El día 19 de agosto de 1977 moría en California Julius Henri Marx (Groucho Marx),

tres días después del rey Elvis Presley.
Las celebraciones mediáticas en torno al cantante
dejaron un poco en la sombra los 87 años
del cómico más sarcástico y más finamente irreverente de su tiempo.


Pues ya ve señor Marx, don Groucho. ¿O debo llamarle Julius H. Marx? Iba a rendirle mi humilde homenaje aprovechando el 30 aniversario de su muerte y me ha parecido oírle, aquello de “Perdone que no me levante” o todavía algo más directo: 'Podría usted haberse acordado de otra fecha, no me coge en mi mejor momento'. Quizá este homenaje admirativo, no era más que un pretexto para declararme marxista. Marxista grouchista, que es el marxismo en el que creo.

Me he acercado a usted, don Julius - por lo menos tenemos algo en común – para decirle “¡Hola y adiós ¡” y, de la mano de su biógrafa, Charlotte Chandler se me ha desdibujado un poco aquella imagen que guardaba de usted. El hombre que iba de una a otra parte agachado, puro en mano, acercándose a una dama tanto para decirle un piropo, como para utilizar su ironía: “Nunca olvido una cara, pero en su caso estaré encantado de hacer una excepción". Quizá era ese Groucho el que yo buscaba, el irónico, el irreverente, el del humor ácido, inteligente. El que había hecho de la vida un estudio tan profundo que sólo había inventando un camino para vivirla: el humor. El humor en su visión más cruda, sin adornos, buscando en todo y en todos, aquella parte que resultara vulnerable para encontrar el revés.

He empezado a leer la biografía de la mujer que le siguió a todas partes los últimos años de su vida, hasta llegar a los 87. He conocido a un Groucho, tratando de envejecer con elegancia, evitando dar cualquier señal de decadencia, tratando de sentirse lo más joven posible: “Soy tan joven como el día, y éste ha sido un día muy corto". La inteligencia tratando de burlarse de la realidad que le persigue, viviendo el día a día: “ Tomo los días uno a uno. Y no los devuelvo”. Sin embargo era realista, no consumía energías en reflexiones, lamentos o remordimientos inútiles.

He visto la fuerza que le guió en la vida: la conciencia que tenía de usted mismo, algo distinto al egoísmo. No había que molestarse en quebrantar las reglas, bastaba con ignorarlas, consciente de uno mismo. “Es buena idea no vivir sólo para agradar a los demás. Si no te gustas a ti mismo, acabas por no gustarle a nadie. Pero si te gustas, tal vez puedas gustar a algún otro”. Claro, todo es cuestión de suerte y no te encuentres el clásico tonto que intenta adularte:

- Un camarero de Beverly Hills se acercó a él, ya mayor, para decirle “ Se le ve más joven”.
- “Es que es que me estoy volviendo joven. El año que viene cumpliré 83, y el siguiente 82.” Y robando la frase a Woody Allen, su amigo, decía. “ No me importaría morir. Sólo que no me gustaría estar allí cuando ocurra”.

¡Hola y adiós, querido Groucho! ‘Sólo quería decirte que no puedo quedarme, vine a decirte que tengo que irme. Y me alegro de haber venido, pero tengo que irme’.- Salud, viejo maestro.

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