Las vergüenzas de Isidro

Hace unos días, no recuerdo bien dónde, leí la historia de Isidro el vergonzoso y me llamó la atención, por eso he querido recordarla.

Digamos que Isidro era un profesional competente, podía ser un médico, un abogado, un artesano, hasta un profesor que se exigía a sí mismo que todo le saliera perfecto, porque si no se sentía mal, avergonzado y culpable. Por eso deduje que su llamada ‘competencia’, era mitad suya, mitad fruto de la educación y de los preceptos que le habían inculcado y le impulsaban a esa absurda perfección que quizá los demás alababan. Podíamos afirmar que a fuerza de querer ser perfecto, su forma de actuar era fruto de un secreto orgullo que quería ocultar y se negaba aceptar sus defectos humanos que también los tenía.

Isidro, bastante capaz para algunas cosas, incluso lo que la gente llama un buen profesional, no soportaba hacer el ridículo, se sentía anulado como persona, lo mismo que no aceptaba el ser rechazado. Por ejemplo una cosa tan simple como contar un chiste con gracia, le resultaba imposible y ese miedo a hacer el ridículo conseguía que los contara fatal cuando lo pretendía y la gente esbozaba una sonrisa de compromiso. Envidiaba a los que tienen esa soltura y desparpajo, los que no se toman tan en serio y tienen un don especial para arrancar unas carcajadas del público. No era precisamente lo que llamamos un personaje desinhibido.

Lo que ocurría, pienso, por lo que se deduce de esta historia ,el verdadero Isidro estaba oculto, aplastado por una serie de miedos, de preceptos, leyes o prejuicios. Creía que todo debía hacerlo perfectamente y cualquier fallo pondría en cuestión la persona-Isidro entera. Se sentía incapaz de dejar sus debilidades al desnudo por temor a ser rechazado por los demás. Poco importaba ahora analizar las causas que le habían llevado hasta este punto, pero el resultado era que Isidro no era del todo él, sino el Isidro de los otros, y eso le costaba mucho aceptarlo.

Alguien le aconsejó que tratara de dejar aflorar al ‘tonto’ de Isidro y observara qué ocurría. A lo mejor los demás le conocían mejor, le aceptaban tal cual era o a lo peor seguían sin entenderle , pero eso tampoco tendría que ser un drama.

- “ Amigo Isidro, le dijo quien se había constituido en consejero, al verle así: si por ejemplo, algún día, para romper ese miedo al ridículo, esa vergüenza a ser juzgado, decide proclamar en plena calle “ son las doce menos cuarto”, como indicando a los viandantes la hora que es, observará que la mayoría no le harán ni puto caso y seguirán ensimismados en sus problemas que también los tienen. Puede ocurrir también que alguien que pase a su lado se aleje un poco pensando que se ha cruzado con un orate bien vestido, pero tampoco eso es nada grave. Usted no es el centro de este mundo, téngalo presente. Pero mire, quizá a ese municipal que se patea todos los días la calle, se ha sonreído y ha pensado “pobre hombre, parece tan educado. Deben habérsele aflojados los tornillos. No me extraña, con los tiempos que corren...” Pero no dude que el mundo seguirá igual y a usted no le habrá ocurrido nada, bueno se habrá dado cuenta que sólo ha hecho un acto un poco ridículo, pero inofensivo.

El consejero se esforzaba por hacerle comprender que uno puede hacer acciones estúpidas o torpes pero eso no significa que Isidro sea estúpido. No obstante él no acababa a ver del todo la diferencia entre su ‘conducta estúpida’ y su ‘SER estúpido.

Seguiré interesándome por la historia de san Isidro , perdón, sólo faltaba que le dijera eso para joderle el invento.

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