La Corte de las Maravillas

Cada vez que voy al Corte Inglés me da la impresión que he traspasado el espejo, como Alicia, y he accedido al País de la Maravillas del Consumo. Todo en él está debidamente programado y dispuesto para que apenas aparezca el mundo real y sólo se vea el maravilloso país del confort, la elegancia, la nueva tecnología, la ilusión... es decir el pasillo que lleva directo al gran salón del Consumo.

Esta mañana acudí a ese mundo de magia a la hora del mediodía , cuando ni siquiera el barullo y la aglomeración de gente pudiera recordarme el ‘otro’ mundo del estrés , de la prisa y del agobio. Por supuesto, el Rey de este mundo de ensueño se rige por su propio calendario. Él decreta cuándo debe empezar cada una de las estaciones del consumo, su Primavera, su Otoño, su Verano, las Semanas de Oro y ya ha decidido que sea Navidad en su Reino maravilloso.

Su Navidad tiene sus símbolos, que han arrinconado un poco a los tradicionales, abetos de plástico o de verdad, señores panzudos, papás de barba blanca y atuendo rojo, guirnaldas y serpentinas ya han ocupado el centro del Centro. Cestas-obsequio, cajas apiladas de pino blanco con los vinos más selectos, botellas de cava y de champaña de las más selectas marcas esperan a compradores y posibles destinatarios: médicos, abogados, señores de empresa y quizá, con algo de suerte , selectos empleados...

En la librería , mientras espero mi turno, veo las manos ágiles de una joven empleada envolver un libro de regalo. La disposición y plegado del papel , la selección y corte de la cinta, el adorno, la etiqueta rojo y oro, todo se hace con una precisión , rapidez y gusto envidiables. Sólo hay una nota, imprevista, que rompe por un momento el encanto de este mundo bastante artificial y asoma el ‘otro mundo’ que trata de ocultarse y que nos es cotidiano.

Ha bastado que un joven empleado de tercer o cuarto rango, haya hecho una torpe maniobra con la plataforma que arrastra pilas de cajas de madera de vino, para que una de ellas haya caído al suelo y una botella haya derramado el rojo líquido por el suelo. Una botella del Cillar de Silos ha manchado el suelo y el ambiente se llena a olor a Ribera del Duero. Pero todo está previsto para que en este mundo no se rompa el encanto de lo medido y lo perfecto. Enseguida un orondo señor , terno gris marengo , camisa azul, perfectamente embarrigado y embigotado , sin grandes aspavientos, ha fulminado con su mirada al inexperto empleado y ha dado las órdenes oportunas para que aquello desaparezca cuanto antes. Allí están las limpiadoras, los pivotes de plástico amarillo que avisan: “atención , suelo mojado” , y en unos instantes no queden restos del accidente.

Mientras, el avergonzado empleado se ha perdido con su plataforma rodante por el otro lado de las bambalinas del Teatro de las Maravillas. Se ha ido al ‘otro mundo’. O mejor, ha venido al nuestro. “Bienvenido, colega”

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