De "Argos" a Teddy Bautista

SENTIMIENTOS

"...al mirarlo, moviendo la cola, bajó las orejas,"

Mira, Douce, muchas veces cuando escribo algo aquí o te pido que cuentes algo que necesitas expresar, no sólo pensarlo, es para ‘echar fuera’ lo que dentro se podriría y no vería la luz. A veces nos servimos del humor, que es una forma muy sana de desahogarse, otras para rechazar algo que nos indigna y necesitamos expulsar de nosotros. También ocurre que nos apetece saborear una dulce nostalgia o algo que afecta a nuestra sensibilidad y de esta forma satisfacemos una necesidad emocional. Hay otras muchas causas para animarnos a dejarlo plasmado en forma de letra o de imágenes y lo que tras de ellas viven. También puede ocurrir que sean palabras vanas que nada o muy poco dicen.

Te digo esto Douce, porque hoy he sentido ganas de desahogarme diciendo que celebraba lo sucedido a un personaje del que conozco bastante poco. A pesar de ello, por su forma de actuar, por las decisiones que toma o fuerza a tomar, bajo el pretexto de que se preocupa de los derechos de los ‘autores’, da la impresión que lo que también busca es sacar provecho propio y para sus allegados. No voy a hablar de sus ‘sueldos’, ni sus ‘pensiones’ y otras menudencias. No es eso lo que me molesta, pero sí los métodos que utiliza so pretexto de que se preocupa y su manera de hacerlo. Iba decir que celebro que no se vaya de rositas y que de vez en cuando la justicia actúe y si se confirman los indicios, que lo paguen. De todas formas, estos personajes y esto es lo más irritante, hasta en la misma ‘Justicia’, tienen ‘amigos’ que alivian los efectos o dan vuelta a la tortilla.

Pero si te digo la verdad, Douce, he preferido dejar eso de lado. No me alivia nada, al contrario, eleva mi indignación. Necesitaba sentir algo distinto y pensé en ti. Abrí un libro que habla de vosotros los perros. Escogí una página al azar y me encontré el poema que te voy a dedicar. Se titulaba “Argos”. Argos era un perro que esperó durante años la vuelta de su amo de su Odisea. Cuando Ulises, su dueño,  volvió disfrazado a Itaca, sólo Argos, su perro moribundo, lo reconoció, hizo un esfuerzo para mover el rabo y murió. Sé que es una historia un poco triste, pero es emotiva y seguro que tú cuando leas el poema, sentirás lo mismo que yo. Y eso es sano, saber que todavía vosotros y nosotros tenemos sentimientos.

A Odiseo advirtió el perro en quien hacia él se acercaba

y, al mirarlo, moviendo la cola, bajó las orejas,

pero ya carecía de fuerzas para ir a su encuentro;

y él, al verlo, volvió la cabeza y secóse una lágrima. (ODISEA)

ARGOS

Los caseros no atienden a sus ojos,
pero detrás de sus negras pestañas
oculta una tristeza tan redonda
que apenas le permite la mirada.

Por eso algunas veces con la cola,
cuando escucha el sigilo de las vacas,
dibuja sobre el barro en que reposa
retazos de impotencia y de desgana.

Y poco a poco el giro de las moscas
que rondan sobre él noche y mañana,
le han dado un parecido con las cosas
que a la muerte se pudren olvidadas
.
Su hocico respingón ya tiene forma
del aullido más último del alma,
y de aquella nariz de caracola
tan única en los rastros de la caza,
cuelga la transparencia de una gota
que ya no puede secarse con la pata.

Y aunque sigue esperando, de su boca
sale de vez en cuando esa palabra
con que expresan los perros su derrota;
y lloriquea y cae y se levanta...

 Aurelio González Ovies