El placer (y la precaución) de esquivar las ordenanzas.

DOUCE HABLA DE SERIOS PROBLEMAS

Douce 'quebrantando' las ordenanzas
Serían las diez de una mañana de domingo, 3 de julio, que no había amanecido demasiado despejado por estas tiernas del norte… Y si no hay sol, no hay playa. Por lo menos para los de la tierra. En esos casos no se madruga para ir a la playa, a la espera que las nubes vayan descorriendo las cortinas y el sol se asome. En estas circunstancias estaban el Náufrago y su becaria, reflexionando sobre un serio problema de conciencia. Por una parte estaba yo, Douce para los amigos y para los otros también. Como perrita letrada sabe que el placer de disfrutar de la playa nos está vetado a nosotros los canes so riesgo de que se apliquen las ‘des-ordenanzas municipales’. “Playa: prohibido perritos”. Hay playas para nudistas, sitios acotados en las playas para que jueguen los ‘palistas’, ‘jardines de infancia para que niños y niñas, mamás y abuelitas jueguen’, hay chiringuitos, tíos insoportables… Pero queda bien claro: “Playa, prohibido perros”.

Por lo visto somos insoportables. No tenemos derecho a tener sitios reservados como tienen otros, además de ir siempre atados... ¿Dónde coño podemos solazarnos? La madre Naturaleza no nos creó para ir amordazados… Nosotros somos perros y las ordenanzas municipales son más que eso: ‘manipunicipales’. No somos bien quistos.

Bueno, dejemos esa eterna y aburrida cuestión y pasemos a ver cómo podemos hacer una ‘perro-deta’ a la ley. Volvamos al principio. Estábamos en que eran las diez de la mañana, que había amanecido un poco nublada, que si vamos a ‘nuestra’ playa que no esta ‘vigilada’ salvo que aparezca por allí un municipal porque algún ‘amigo’ nuestro, jodedor de profesión, avisa a los ‘guiri’… Si vamos a esta hora decía el Náufrago y corroboraba servidora, es probable que la playa esté semidesierta, que el agua bañe nuestros pies/patas y con suerte yo , Douce, pueda estirar mis patas o revolcarme en la arena y tú, Náufrago, te pegas unos ‘coles’ y hacemos la mañana.

Discutido y hecho. Cuando llegamos a ‘nuestra’ cala, sólo había tres señoras (con perro incluido también), y un señor que bajaba las escaleras como podía con su muleta porque según le contó al Náufrago le habían operado de la cadera y le habían hecho una avería. Total, que después de animarse mutuamente, cada cual nos fuimos a nuestro recodo favorito donde no molestáramos a nadie. Y así hicimos. Mientras el Náufrago soportaba virilmente la fría agua del Cantábrico que todavía no ha calentado yo, Douce, escarbaba en la arena buscando algún tesoro, me revolcaba a placer y acababa acostada en el hueco que me había preparado…

'No policeman, no people, no chivatos': al carajo las ordenanzas y el alcalde o a quién le corresponda esta ‘perro-deta”. ¡Qué placer ser ‘indignados’!

 


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