La letra de los villancicos

 HACIA BELÉN VA UNA BURRA

Una de las cosas que más me llamaba la atención de los villancicos, era su letra. Yo los cantaba sin entender muy bien su contenido.Uno de ellos es el famoso villancico de la Burra y el rin rín. Si uno se pone a buscar tres pies a la famosa burra, puede preguntarse qué hacía una burra sola camino de Belén… ¿O llevaba acompañante? La canción no precisa quién iba con la burra. Tan sólo dice que el animal iba hacia el pueblo y el supuesto o la supuesta acompañante se hacía un lío con los remiendos, no se sabe bien de qué vestimenta o paño. El caso que acompañante o no, el jaleo que se traía que si se lo remendaba, que si no, que si se echaba el remiendo o se lo quitaba, era para volverse loco.

La comprensión lectora se complica si nos paramos a pensar qué hacía una burra con una chocolatera, un molinillo y el famoso anafre que uno nunca llegó a comprender de qué utensilio se trataba. El diccionario dice que viene del árabe hispánico “annáfih” (soplador), una especie de hornillo portátil. Ahí, aumentan las dudas del Náufrago. ¿Es que la burra iba con todos los aperos para preparar una chocolatada en el portal? Se supone que sería para los pastores, los padres del Niño y demás visitantes. Nada dice si había churros y pastas, a menos que el ‘Rin, Rin” fuera una marca de bizcochos de la época. Sigue no obstante la duda sobre la relación entre los remiendos y el chocolate…

No acaba aquí el enigma, porque a fuerza de simplificar el mensaje no sabemos a qué viene ese: “María, María ven acá corriendo, que el chocolatillo se lo están comiendo” ¿Quiénes son los gorrones que se comen la merienda? ¿Cuándo se hizo el chocolate? ¿Para qué servía el molinillo? ¿Se utilizó adecuadamente el anafre? Infinidad de dudas que el autor o autores del villancico no nos aclaran.
En la siguiente estrofa, las cosas se complican un poco más. El chocolate desaparece y empiezan los problemas para el bueno de San José. Aquí sí tiene su porqué lo de los remiendos. Parece ser, no se sabe si al olor del chocolate, entran en escena unos ratones que se lían a roer los calzones del padre de la Criatura y casi le dejan sin calzoncillos. Y es que estos malditos roedores no respetan nada, ni a nadie.
Terminado el episodio de los calzones de su propietario, entran en acción de nuevo los misteriosos rateros aunque no se precisa si son los mismos que ya le dieron al chocolate. No contentos con haber dado cuenta de la merienda preparada por la burra y su supuesto acompañante o acompañanta, aprovechando el jaleo con los malditos ratones, le da por llevarse los pañales del Niño. Hace falta tener jeta y ser miserables para robar a los pobres. Además ¿para qué quieren ellos unos pañalillos de bebé? Claro que entonces no había de esos desechables si no habían ido apañados con los pañales…

En fin, que no me extraña que nuestros chicos de ahora fallen en eso de la comprensión lectora, porque con textos como éste, se hace difícil seguir el hilo argumental de la historia:

Una burra que va hacia Belén, acompañada de no sé sabe qué ‘remendante’. Cargada de chocolate, con molinillo y anafre incluidos… Que llegados a destino sufren el robo del chocolate, incidente que aprovechan unos ratones para liquidar los calzones del inquilino provisional del Portal, y en el revuelo, se supone que los rateros de antes, se llevan también los pañales del recién nacido…

Demasiado complicado para mentes tan poco lúcidas como la del Náufrago, pero no deja de ser entrañable elaborada con tan simples elementos: una burra, el chocolate, unos ratones, unos rateros, unos calzones… unos remiendos

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