Suerte de banderillas
LA PLAZA DE LAS CORTES
Da la impresión de que el redondel del Congreso se parece cada vez más a un coso taurino. Ayer, no eran aún las cinco en punto de la tarde, cuando empezó la cacería, perdón, la corrida, ante la expectación del público de palcos y tendidos. El siniestro diestro que ayer pisaba la arena de la Plaza de la Cortes, lucía terno oscuro, mostraba toda su arrogancia, dio largas cambiadas, pases de pecho y hasta ‘bermejinas’ marca de la casa, ante los morlacos de la ganadería del otro Mariano y su cuadrilla. ‘El Niño de Torres’ no sólo dio capotazos de aliño sino que se lució en la suerte de banderillas. Miraba, retador, a los del tendido de sol, mientras los fanáticos y fanáticas de la sombra aplaudían con rabia cada pase “no-dimito” del ‘maestro’.
Aquello parecía más una claque de aficionados o de silbidos exigentes de los del tendido del 7, que un 'Parlamento'. Allí no se ‘parlamentaba’ se silbaba, daban gritos o se aplaudía, según transcurriera la faena. Al final de la corrida, cuando el diestro decidió clavar la puntilla con su ‘yo estoy aquí para servir(me) a/de mi país’ se puso en pié todo el tendido de sombra y aplaudieron a rabiar al grito de “torero, torero”. El diestro se volvió hacia los suyos, levantó triunfante los brazos y lanzó un beso a sus seguidoras que eran las que más fervorosamante aplaudían… Sólo faltó que alguna voz lanzara al aire un “¡olé, ahí tus huevos!”
Esto ya no es un Parlamento, sino una plaza de toros y toreros, o si se quiere, un Coliseo
Da la impresión de que el redondel del Congreso se parece cada vez más a un coso taurino. Ayer, no eran aún las cinco en punto de la tarde, cuando empezó la cacería, perdón, la corrida, ante la expectación del público de palcos y tendidos. El siniestro diestro que ayer pisaba la arena de la Plaza de la Cortes, lucía terno oscuro, mostraba toda su arrogancia, dio largas cambiadas, pases de pecho y hasta ‘bermejinas’ marca de la casa, ante los morlacos de la ganadería del otro Mariano y su cuadrilla. ‘El Niño de Torres’ no sólo dio capotazos de aliño sino que se lució en la suerte de banderillas. Miraba, retador, a los del tendido de sol, mientras los fanáticos y fanáticas de la sombra aplaudían con rabia cada pase “no-dimito” del ‘maestro’.Aquello parecía más una claque de aficionados o de silbidos exigentes de los del tendido del 7, que un 'Parlamento'. Allí no se ‘parlamentaba’ se silbaba, daban gritos o se aplaudía, según transcurriera la faena. Al final de la corrida, cuando el diestro decidió clavar la puntilla con su ‘yo estoy aquí para servir(me) a/de mi país’ se puso en pié todo el tendido de sombra y aplaudieron a rabiar al grito de “torero, torero”. El diestro se volvió hacia los suyos, levantó triunfante los brazos y lanzó un beso a sus seguidoras que eran las que más fervorosamante aplaudían… Sólo faltó que alguna voz lanzara al aire un “¡olé, ahí tus huevos!”
Esto ya no es un Parlamento, sino una plaza de toros y toreros, o si se quiere, un Coliseo
Comentarios
En cuanto a esa parte del tendido que le vitoreaba enfervorecidamente, yo eché en falta oirles corear aquello de ¡"Mariano, cap....., queremos un hijo tuyo"!
¡Qué personaje!