Carnaval infantil

SIGUIENDO A D’ARTAGNAN

Eran las 12 del mediodía y la ciudad parecía semidesierta. El Náufrago se dirigió hacia el centro. A medida que se iba acercando veía más cohortes de madres, padres, abuelas, abuelos y demás familia, llevando de la mano a nietos, hijos o sobrinos disfrazados de mosqueteros, hadas, princesas, arlequines, brujas, payasos, personajes de la Guerra de las Galaxias y toda la fauna. El Náufrago decidió seguir el desfile marcial de un D’Artagnan que, con su sombrero, capa, botas y espada, se dirigía, de la mano de su abuela, hacia el más peligroso de los duelos. En un semáforo se detuvieron. Al otro lado de la calzada, una tímida ‘enfermera’ le esperaba, por si fueran necesarios sus cuidados.

Ya en pleno festival, observó a una madre que daba los últimos toques a una pequeña Arlequina. Cerca, un fiero Capitán Garfio se sacaba el artefacto de su muñón que no era tal, sino una diminuta mano con sus cinco dedos intactos. No obstante, la mirada seguía siendo ‘terrorífica’. Desde los altavoces, mientras tanto, sonaba un aviso dando cuenta de un ‘gato’ perdido, bañado en lágrimas. El Náufrago se perdía en aquella Babel no de lenguas, sino de disfraces comprados. - “¡Crisis! ¿Dónde están tus poderes?”, se preguntaba. Él, que no ‘disfrutó’ de estos carnavales en su infancia severa, echaba de menos algo más de creatividad e imaginación y menos atuendos de todo a cien o cincuenta euros. Pero esos pensamientos resultaban superfluos en esta Feria de las vanidades. Otra más, porque dentro de poco habrá que disfrazarlos de almirantes, de caballeros de la Orden de Calatrava o de novias para hacer la Comunión.

Dejó pensamientos inútiles de lado y siguió perdiéndose entre aquellos castillos de Camelot, o de camelo, aquellas montañas de plástico y aquellos cohetes inflados con destino a Marte. Mientras, los payasos que no tenían cara de ‘payasos’ de verdad, tocaban el saxofón, jugaban con el diábolo e invitaban a los niños a gritar con entusiasmo. O aquellos no eran payasos, payasos, como los de su infancia, o es que él había perdido la fe y la inocencia.

Quizá fueran ambas cosas.

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
La infancia de antes, aunque más severa, quizá fuese mucho más dulce...
Anónimo ha dicho que…
Transcurren los años, discurren las infancias, cada generación encuentra en ella su verdadera patria...

Todas son diferentes, pero cuanto más debemos esforzarnos, más reforzados salimos, para sentirnos mejor. Más fructuosa es nuestra infancia.

Nunca la 'facilidad' creó mejores hombres y mujeres.
Campurriana ha dicho que…
Cierto, Julio. Los niños de hoy, sin culpa alguna, se pierden grandes cosas.

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