Vicisitudes peatonales

Sinforiano, Sinfo para los amigos, es uno de tantos semovientes que se sirve de ese artefacto llamado automóvil para sentirse tal. Es decir ser semi semoviente. Cuando por alguna razón Sinfo se convierte en Sin-Ford, o más bien en Sin –Citroen, se siente torpe, medio inútil, como si le faltara alguno de sus órganos. Sin coche es un don nadie.Eso le ha ocurrido hoy y la amenaza de privación del tal ‘órgano vital’ por algunos días, ha dejado patente su minusvalía personal sin sus cuatro ruedas.

Lo primero que sintió nuestro querido Sinfo fue que tuvo que volver a casa a patita. Tres o cuatro kilómetros cruzando autovías y bordeando rotondas. Algunas veces para pasar al otro lado de la calzada, buscaba un lejanísimo ‘feu rouge’ y probaba a ver si apretando el botoncito que en teoría hacía que los semáforos autoviales se acordaran el paso de los peatones, cumplían su función.

Don Sinfo debía aceptar su nueva condición, simple peatón, un descenso en la escala del ‘homo civicus’. Comprendía el valor y al mismo tiempo el riesgo que supone el atravesar esas franjas compuestas de anchas bandas blancas con más miedo que seguridad. Al menor descuido, los ‘asnos del volante’ pueden lanzarte a la cuneta o subirte al capó del coche de un topetazo.

No todo han sido sinsabores para don Sinfo, además del paseo matutino, autovías y campo a través. Dado que tenía que hacer algunas gestiones ha comprendido los valores cívicos que tiene la convivencia cuando se abandona el aislamiento de ir metido en ese recinto semi sagrado en que se convierte el automóvil y pasas a formar parte del variopinto mundo del transporte público.“A TUS anchas” (Transporte Urbano de Santander) reza el eslogan.

En cuatro ocasiones ha utilizado ese medio popular y convivencial. Un mundo de olores varios, mezcla de perfumes, pachulís y sudores. El bebé que sonríe desde su cochecito, ajeno totalmente a todo lo que le rodea, fijos los ojos en los de su madre. Todo un espectáculo de ternura que te hace olvidar, las llamadas a través del móvil, a voz en grito, los bolsazos que te arrean cuando intentas discurrir por el estrecho pasillo que te lleva hasta el final de la plataforma, las risotadas de dos jóvenes que comparten los auriculares de un Ipod o el olor a chorizo del bocadillo del que da cuenta un chavalín de unos cinco o seis años.

Don Sinfo, Sin-Ford o Sin-Citroen, ha saboreado intensamente los benéficos efectos de la convivencia.

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
A mí me pasó lo mismo cuando tuve que convertirme en sin-peugeot. Fue toda una experiencia volver a viajar en ómnibus y convivir. Una de las cosas que me gustó fue poder mirar para afuera por la ventana. Vi cantidad de cosas a las cuales nunca le había podido prestar atención porque si les prestaba seguramente chocaba o pisaba a alguien.

Dentro de poco volveré a convertirme en con-peugeot ya que quien lo usa se irá del país y me lo devolverá.

Estoy pensando seriamente en venderlo y andar en taxi o en ómnibus. Es mucho más práctico. El tránsito aquí es de locos.

Ya veré ..

Un abrazo,

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