Please, Touch

TÓQUEME, POR FAVOR

Don Toconcio es una persona seria, yo diría que demasiado seria, aparentemente . Es como una máscara de protección, como su nombre. Después del verano pensó que en el nuevo ‘curso’ que empezaba, aunque no vaya a la escuela, debería diversificar sus actividades, salir de su solipsismo y relacionarse algo más. Buscó cursos, talleres, actividades deportivas y de recreo y se apuntó a varias, docente y discentemente. Necesitaba un oreo.

Entre los diversos cursos y talleres que buscaba encontró uno que le llamó la atención. “Risoterapia”, se llamaba. Lo de riso, aunque le daba un poco la risa, pensó que le vendría bien a su aire severo. Sentía un poco más de reticencia por lo de ‘terapia’, por su connotación curativa. Dejó prejuicios aparte y allá se presentó el primer día, puntual, como de costumbre. Se asustó un poco al verse el único varón entre casi dos decenas de mujeres. De todos modos no se arredró. No iban a devorarlo a risotada limpia. Más tarde se incorporaría otro colega y por lo menos ya no se sintió tan raro.

Lo de la ‘risoterapia’, se fue aclarando, en cierto modo el título tenía algo de reclamo. En realidad, más que aprender a reírse se trataba de desinhibición, lenguaje corporal, ruptura de tabúes. Se acordó de aquel ‘Movimiento de Potencial Humano’ surgido en California, allá por los años 70 y que describe en su libro la periodista Jane Howard: “Pleasse, Touch!” (‘Tóqueme, por favor’ en la versión española).

Don Toconcio vio que no se había equivocado del todo al escogerlo. Se trataba ante todo de reconocer y relajar las tensiones interiores, de tratar de quitarnos la careta con la que a veces nos protegemos para andar por la vida, abrir una escotilla por donde se viertan tantas emociones retenidas por la educación, nuestra cultura, las normas, los tabúes y las hipocresías. Tocar y dejarse tocar, reconocer nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, desprendernos de la máscara y tratar de parecernos a nosotros mismos.

- ¿Es eso que decías el otro día de ‘tocar el culo’?

- Vaya, Douce, no sabía que andabas por aquí espiando lo que escribo. Se trata de eso y de algo más y no en el sentido que tú sugieres.

- Oye tú, malpensado, yo no he ‘sugerido’ nada. Lo que pasa es que cuando oigo hablar de tocar, acariciar, distenderse, aguzo la oreja. Ya sabes que son cosas que a mí me encantan.

- No hace falta que me lo digas. Menudas sesiones de ‘toqueteo’ y caricias me tocan contigo todos los días

- ¿Por qué crees que te he puesto ese nombre de D. Toconcio? Vosotros los humanos habéis arrumbado un poco vuestra parte animal y no sabes lo importante que es el contacto y de tocarse… Sí, y no sólo en lo que tú piensas.

- Perdona, querida, pero la malpensada eres tú, porque en este momento no estaba pensando en lo que tú sugieres. Sé ‘tocar’ de otras maneras.

- No lo dudo. De vez en cuando me gusta provocarte.

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
La risa es muy "sanadora". Anoche lo experimenté en la casa de una amiga con quien miramos fotos antiguas durante largo rato. Ella se tienta fácilmente. Ayer logró contagiarme y me reí tanto que me dolía el estómago.

Lo que escribiste fue très touchant et émouvant.

Un saludo y una carcajada
Sylvia Otero ha dicho que…
La risa es muy "sanadora". Anoche lo experimenté en la casa de una amiga con quien miramos fotos antiguas durante largo rato. Ella se tienta fácilmente. Ayer logró contagiarme y me reí tanto que me dolía el estómago.

Lo que escribiste fue très touchant et émouvant.

Un saludo y una carcajada

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