La niña del autobús

UN VIAJE EN EL 1

Son las 12’15. El autobús que atraviesa la ciudad va a tope esta mañana de verano. En el centro de la plataforma se acumulan tres sillas de niño con sus correspondientes usuarias y usuarios, una señora discapacitada con una silla de ruedas, mecanizada, el cartero que vuelve del reparto con dos grandes cestas de lona amarillas. No cabe un alma más y con más razón, un cuerpo. Tampoco hay sitio para un alfiler.

El joven conductor lleva al autobús a toda pastilla. A veces se ve obligado a frenar y los viajeros que ocupan lo que queda de pasillo tienen que asirse con fuerza a las barras para recuperar su horizontalidad. En las curvas los cuerpos se balancean, pero no hay posibilidad de caída, unos cuerpos sirven de sostén a los otros. Se diría una de esas atracciones de feria que te zarandean de un sitio para otro.El autobús pasa por delante de varias paradas sin detenerse a la espera de que algún pasajero se baje y deje espacio a nuevos usuarios.

El ‘pasajero-impaciente-número-uno’ echa una ojeada a este enjambre humano de las 12’15. Se pregunta por qué el pasaje femenino supera a los del sexo opuesto o ‘complementario’. La señora ministra del ramo debería aplicar la ‘ley de igualdá’ entre los ocupantes de autobuses camino de la playa. La joven que va a su lado mantiene una conversación interesantísima con una amiga sobre determinados jóvenes, otras juegan con sus móviles, o se distraen pendientes de los auriculares de su Ipod. Allá al fondo, sentada en un rincón, una señora de mediana edad lee atentamente Clara :“Estira tu nómina: 25 claves para lograrlo”. El resto del pasaje va sumido en hondos pensamientos, a veces arrullados por la cadencia del rodar del TUS (Transportes Urbanos de Santander) otras, despertando del letargo a causa de los frenazos del chófer.

Sentada, en uno de los asientos de delante, una niña morena de grandes ojos sostiene en su mano derecha dos muñecos de Epi y Blas, con la otra mano mantiene abierto un libro de cuentos ilustrado. En la portada, el título del cuento: “¡Es un secreto!” (Aprender a contar). Con el dedo de Epi va recorriendo las líneas del libro:
- “Epi, hoy te voy a enseñar a contar. Utilizaremos estas chapas…”
La niña parece absorta en su mundo de cuento y no levanta los ojos del librito de Barrio Sésamo, ajena absolutamente a todo lo que ocurre alrededor. De repente la sirena de una ambulancia retumba en las paredes del túnel por el que transita el autobús. El 'autobusero' aminora un poco la marcha, luego prosigue su ruta: Alisal-Valdenoja (por el Sardinero).

Son las 12’35. El ‘viajero-impaciente-número-uno’ ha llegado a su punto de destino. Se abre paso como puede y baja las escaleras. Una avalancha de nuevos ocupantes ocupa los huecos de pasillo vacíos.

El viaje de ida ha terminado.

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
Después de mi jubilación comencé a utilizar el transporte público por razones de "peso(s)".

Al principio me costaba mucho porque estaba muy mal acostumbrada. No sabía qué linea tomar, etc. etc.,

Ahora lo disfruto. Excepto cuando salta mucho o tengo que ir colgada del travesaño mientras el conductor va a mil.

Pero es todo un espectáculo, además de la ventaja de no tener que manejar, ni estacionar, etc., etc. Otras ventajas son que te obliga a caminar, podés leer, mirar por la ventana muchas cosas que te perdías cuando tenías que prestar atención al tránsito, etc.

Eso sin contar los shows que tenemos aquí y la cantidad de niños y mayores que suben a vender infinidad de artículos. Hay que ver que discursos se mandan, ni que hubieran hecho un curso de marketing avanzado!

Calispera sas!
Campurriana ha dicho que…
Y lo que se aprende observando lo que se cuece entre la sociedad del transporte urbano...
Anónimo ha dicho que…
Es cierto que últimamente utilizo más el autobús,pero debo confesar que sigo siendo un 'automovilista' recalcitrante.

Creo que sólo un individualismo excesivo hace que con más frecuencia de la aconsejable, por varios motivos, siga echando mano del coche.

Menos mal que otras 'relidades', económicas, sanitarias y hasta sociales, hacen que 'goce' de las ventajas y algún incoveniente, del transporte humano.

Como muy bien decís, "Casi"... y 'Campurriana', todo es mirar las muchas ventajas que ofrece el utilizar este servicio público. Y además, impaciencias sempiternas aparte, ¡me resulta gratis!.

Un saludo

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