El cuento de la corbata

O CÓMO TENER ENTRETENIDO AL PERSONAL

Es curioso observar cuáles son los grandes problemas que se debaten en los cenáculos políticos y en los comentarios mediáticos y de rebote tienen entretenido al personal que en el fondo es de lo que se trata. La última gilipollez que se han sacado de la manga mágica, el gran debate parlamentario que llena corrillos y columnas es, pasada la euforia futbolística y sus banderas, que si yo me quito la corbata, que si yo te regalo ésta que me sobra, pues yo a ti un termómetro... Que si el aire acondicionado, que si el ahorro energético, que si ‘me sofoco’, pues ‘yo te acompaño’.

Y aquí andamos todos, como tontos, mirando al dedo en lugar de fijarnos hacia donde señala. Una vez más nos quedamos en la anécdota y nos olvidamos de los problemas reales. Es el arte de la magia política que se saca de la manga o del pañuelo la palomita, la bola o el plumero. Ahora toca la corbata.

Pero la culpa de todo este gran ‘problema’ lo tienen los franceses, por copiones. Si el señor Richelieu no hubiera contratado a aquel batallón de húsares croatas, “la Royal Cravatte” que vencían en Steenkerque sin tener tiempo siquiera para anudarse correctamente los vistosos pañuelos que rodeaban sus cuellos, toda la corte francesa no hubiera empezado a enrollarse al cuello aquellos pañuelos, ‘à la Cravatte’.

De aquellos polvos nos vienen estos lodos y aquí nos tienen a todos cantando la Parrala:

“Que sí, que sí, que sí, que sí
que al ministro no le va la corbata

Que no, que no, que no, que no
que don Bono le da la lata"

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