Paseando bajo la lluvia
SONATA EN GRIS MENOR
Llevaba varios días esperando que, por fin, se inaugurara la exposición. Venía anunciándose desde hacía tiempo. Por fin, el pasado día 4 se había abierto al público, en horarios no demasiado coincidentes con el quehacer de un jubilado. ¡Qué cosas! Un jubilado sin tiempo libre. Paradojas.
Por fin, ayer, se presentó en el Palacete del Embarcadero. La nota de prensa lo anunciaba así: “El gran fotógrafo francés Bernard Plossu ofrece su privilegiada mirada sobre Europa en un libro promovido por la Fundación Santander 2016”. El libro en cuestión, en efecto, podía comprarse en la entrada, por el módico precio de 30 euros. El Náufrago, ingenuo, pensaba ver y recrearse en los “instantes” recogidos por el fotógrafo vietnamita-francés en su periplo europeo. Desilusión. En la sala de exposición y los pasillos del Palacete, solamente había 40 fotografías sobre la ciudad, recogidas del archivo del fotógrafo, en un tamaño reducido y apenas interesantes, al menos para el Náufrago que llevaba dos semanas esperando ‘otra cosa’.
La visita duró menos de diez minutos y defraudado por lo que había visto, sin quitar méritos al fotógrafo, pero sí por lo expuesto, se dedicó a buscar otros ‘instantes’. El día se prestaba para el aprendiz de imágenes. Al menos, el ‘maestro’ le había indicado el camino. La mañana se prestaba a la experiencia de una “Sonata en gris de lluvia”. Era una lluvia fina, pero un ligero viento a veces ponía del revés el paraguas del neófito fotógrafo. El muelle estaba casi desierto lo que teñía más de soledad el paisaje. Algún paseante que caminaba aprisa bajo el cielo de su paraguas, algún perro perdido, solitarios refugiados bajo el pasadizo del Palacete, atletas que hacían sus carreras bajo el chispear de la lluvia.
Allí, perennes, seguían los ‘habitantes’ de siempre: los raqueros zambulléndose en el agua, Pepe Hierro, seccionado en planchas de acero, la grúa de piedra, los tamarindos con sus brazos abiertos en oración perenne, las farolas alineadas en rígida posición, los bancos mojados, sin clientes, las casas del paseo abriendo los ojos de sus ventanas hacia la bahía.
Una extraña sensación de paz mojada, de soledad acompañada, punteada de instantes, fue lo que sintió y trató de detener el Náufrago mientras se paseaba, soñando bajo la lluvia. Quizá, en otro momento, conocerá al verdadero Plossu, pero desde luego no, en el Palacete del Embarcadero.
Por fin, ayer, se presentó en el Palacete del Embarcadero. La nota de prensa lo anunciaba así: “El gran fotógrafo francés Bernard Plossu ofrece su privilegiada mirada sobre Europa en un libro promovido por la Fundación Santander 2016”. El libro en cuestión, en efecto, podía comprarse en la entrada, por el módico precio de 30 euros. El Náufrago, ingenuo, pensaba ver y recrearse en los “instantes” recogidos por el fotógrafo vietnamita-francés en su periplo europeo. Desilusión. En la sala de exposición y los pasillos del Palacete, solamente había 40 fotografías sobre la ciudad, recogidas del archivo del fotógrafo, en un tamaño reducido y apenas interesantes, al menos para el Náufrago que llevaba dos semanas esperando ‘otra cosa’.
La visita duró menos de diez minutos y defraudado por lo que había visto, sin quitar méritos al fotógrafo, pero sí por lo expuesto, se dedicó a buscar otros ‘instantes’. El día se prestaba para el aprendiz de imágenes. Al menos, el ‘maestro’ le había indicado el camino. La mañana se prestaba a la experiencia de una “Sonata en gris de lluvia”. Era una lluvia fina, pero un ligero viento a veces ponía del revés el paraguas del neófito fotógrafo. El muelle estaba casi desierto lo que teñía más de soledad el paisaje. Algún paseante que caminaba aprisa bajo el cielo de su paraguas, algún perro perdido, solitarios refugiados bajo el pasadizo del Palacete, atletas que hacían sus carreras bajo el chispear de la lluvia.
Allí, perennes, seguían los ‘habitantes’ de siempre: los raqueros zambulléndose en el agua, Pepe Hierro, seccionado en planchas de acero, la grúa de piedra, los tamarindos con sus brazos abiertos en oración perenne, las farolas alineadas en rígida posición, los bancos mojados, sin clientes, las casas del paseo abriendo los ojos de sus ventanas hacia la bahía.
Una extraña sensación de paz mojada, de soledad acompañada, punteada de instantes, fue lo que sintió y trató de detener el Náufrago mientras se paseaba, soñando bajo la lluvia. Quizá, en otro momento, conocerá al verdadero Plossu, pero desde luego no, en el Palacete del Embarcadero.
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P.D. Prometo que. en breve, mostraré el Plossu que si le gusta al Náufrago
Comentarios
Me ha encantado tu narración. Quizás, sino llega a ser por la desilusión, nos la hubiéramos perdido.
Un abrazo.
Preste Juan
Ese raquero con la gota cayéndole de la nariz, para enmarcar. Con tu permiso se lo muestro a los cuatro que aún siguen acudiendo a mi rincón.
Un saludo, Julio.
La verdad es ,que esa pequeña desilusión, me enseñó a mirar todo lo que tenía a mi alrededor, en que a lo mejor, no hubiera reparado.
Gracias por haberme abierto los ojos.
Este medía desilusión me animó a aprovechar aquella luz gris que iluminaba la bahía y el tiempo desapacible que había despejado el Muelle Calderón que bien conoces.
Gracias también por haberlo recogido en tu blog. No soy fotógrafo, pero sí que me gusta aprender a mirar y 'detener' momentos, lugares, escenas.
Un abrazo
Douce (la perrita becaria) y El Náufrago, te damos la bienevenida a nuestra isla. Serás bien acogida cuando recales por aquí.
Guauss y abrazos de estos dos isleños
A veces, las circunstancias,la 'luz', el paisaje , aunque conocido, se te muestra de otra forma y te invita a mirarle y detener sus momentos. Coinciden distintos aspectos que te ayudan en la tarea.
Me imagino que te han recordado estos lugares, con otra luz, con otro aspecto.
Gracias por tu visita y por tu comentario. Un abrazo muy fuerte, para los dos. Y un guaauu cariñoso de Douce