La importancia de llamarse ‘Ernesto”

DE CASA EN CASA. MI NEGOCIO

No recuerdo bien cuándo ni cómo lo ‘conocí’. Quizá encontrara su tarjeta de visita en la panadería donde a veces compro el pan, al salir del gimnasio, o quizá fuera en el buzón del correo. A lo mejor recorté su anuncio de esos que se ponen en una farola, o se pega en cualquier cabina de teléfono. El hecho es que por aquel entonces estaba cansado de cargar con mi ordenador, llevarlo a un taller ‘especializado’, esperar una semana a que lo arregleran y luego el ‘sablazo’.

Por la casa han pasado ya seis o siete ordenadores. El primero, quizá llegó, allá a finales de los 80 o alrededores. Era un Amstrad PC1512, el más barato del mercado en aquella época, intentado hacer competencia a los IBM y demás familia que se subían a la parra. Luego le sucedieron otros más, comprados a plazos en el Corte Inglés. Hace cuatro o cinco años, mi Airis se vio atacado por un virus de ésos. Busqué el número de, llamémoslle Ernesto (que siempre es 'importante'), porque en su anuncio hablaba de ‘servicio a domicilio’. Le expliqué la avería, pregunté por el presupuesto, me pareció justo y concertamos día y hora.

El día y la hora de cita, puntual, se presentó ‘Ernesto’, en su moto. Era más bien alto, pongamos 1’85m, pelo rizado, muy negro, como su barba, y una mirada ‘inteligente’. Aunque vestía normal, se le notaba un aspecto elegante. Su acento, su forma de saludar, su trato, hablaban bastante claramente de otras tierras. ‘Ernesto’ examinó el ordenador, sacó sus discos y herramientas y enseguida encontró el problema. Salvó lo salvable y después formateó el disco duro, instaló los programas más necesarios, junto a un antivirus y dejó al Airis dispuesto a funcionar de nuevo. Emplearía más o menos una hora. Al terminar le pregunté qué le debía y se ajustaba exactamente a lo que habíamos convenido por teléfono.

Ese fue mi primer encuentro con 'Ernesto'. Después, en la casa han entrado los portátiles y más de una vez he tenido que reclamar sus servicios. Poco a poco ha ido evolucionando: su moto, se convirtió en una furgoneta, más tarde me enteré por casualidad, que había montado su propia negocio, donde vende y repara teléfonos y material informático. Hace unos días acudí a su ‘tienda’, donde me habían indicado. El local ocupa, como mucho, unos escasos 18 metros cuadrado, parte para la atención al cliente y la ‘rebotica’ que hace las veces de taller. A pesar de tener ‘negocio propio’, con un ‘ayudante’ que se ocupa de la tienda por las mañanas, porque Ernesto no ha dejado su ‘servicio a domicilio’, que es de lo que realmente vive, me confesó:

- “El ‘negocio’, da justo para cubrir gastos. De momento está ‘a cero’”

Ernesto, de apellido italiano, lleva en España siete u ocho años. Es un ‘autónomo’, serio, eficiente, puntual, cosa más bien rara cuando necesitas los servicios de un fontanero, un pintor, un carpintero ‘nacional’, cuya atención, precio, puntualidad , eficacia y ‘sablazo’, suelen ser de ‘infarto’.

Ernesto - lo habrán supuesto - es argentino. No es un profesional cualquiera, trabaja de la mañana hasta la noche. Su apartamento, alquilado, es a la vez domicilio y segundo taller, digamos que no tiene horario, quizá el tiempo justo para ver algunos compatriotas el fin de semana. Debe de trabajar unas 14 horas al día y con las ganancias de su ‘negocio’ apenas tiene para mantenerlo. El sueldo se lo gana visitando de casa en casa, o de empresa en empresa.

Este sábado ‘arregló’ dos ordenadores de la casa, entre ellos este portátil desde el que quiero declarar mi admiración por este excelente ‘currante’.

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