El mar y el bosque encantado

MI 'EMBOSCADA' ( Una historia de Douce)

"Una mañana de mayo, cogí mi caballo y me fui…" ¡Ah, no! Perdonen, me he equivocado de fecha y de canción, ésa es otra historia. Se trata de otra mañana, de marzo, y sin caballo. Resulta que mi papá en un gesto de esplendidez me dijo:

- Mira, Douce, vamos a dar un paseo por el bosque. Te lo debo.

No le dejé que se arrepintiera y enseguida estuve dispuesta. Así que me subí al cuatro caballos o los que tenga su coche, me asenté en la parte de atrás y me puse a mirar el paisaje por la ventana. Antes de llegar, nos detuvimos en una especie de mirador o área de descanso, para contemplar el paisaje. A la izquierda, un prado por donde las vacas andaban a lo suyo, detrás, un arroyo y el bosque. Al fondo se veía el mar y, a la derecha, eso que llaman ‘urbanizaciones’, cuando debían dejarlo en ‘ruralizaciones’. Bueno, dejemos las cosas como están, que hablamos del paseo. Atravesé un poco la alambrada que separaba el prado, pero las vacas no me hicieron ni caso, así que le dije a mi papá: ‘Estas ‘señoras’ no quieren nada conmigo. ¡Vámonos!’

Nos volvimos a subir al coche y pronto llegamos a la explanada que hay delante del bosque, donde le dejamos aparcado. Enseguida salí , escopetada, y empecé mi faena: venga oler y oler, corretear sin quitar el morro del suelo y de vez en cuando ‘regar’ el tronco de los árboles para avisar a mis congéneres que yo había pasado por allí. Me gusta el bosque porque puedo corretear a mis anchas, huelo, exploro, me escondo y vuelvo a aparecer. El bosque me parece una maravilla. Hay unos árboles altísimos que parece gigantes que llegan con sus ramas hasta el cielo. Están muy juntos y a duras penas el sol puede filtrar sus rayos entre sus copas. Hoy hacía un poco de viento, y movían sus ‘cabezas’ como si fuera un baile de cabezudos, moviéndose al compás del viento. Hay cientos de olores, pero el olfato de mi papá apenas percibe tres o cuatro, Mi mundo en el bosque, es sobre todo el del suelo, el musgo, los helechos, los zarzales, las bolas que se le caen a los eucaliptos y las piñas de los pinos…

Por fin llegamos adonde termina el bosque y se abre una vista hermosa sobre el mar. Hay una especie de dunas y también prados por donde yo me suelo revolcar de gozo. Tomamos luego el camino de regreso, por una senda distinta. Allí me topé con algunos amigos e hicimos la ceremonia normal de nuestros encuentros. Una especie de baile a ver quien huele primero al otro.

Por fin llegó la hora de la vuelta. Por mí, pasaría en el bosque horas y horas, pero al parecer, a mi papá, el estómago le indicaba que era su hora, así que regresamos. ¡Qué gozada! El paseo, no la vuelta.

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
Douce, no te quejarás de Náufrago, eh?...
Un bonito paseo, sin duda.
Felices sueños.
Douce ha dicho que…
Campu,

Una de las mil virtudes que me adornan, es la de no echar mano ni de las quejas , ni de las lamentaciones.Son platos que no me gustan. No me gusta el papel de víctima, tengo mi orgullo.

Me sirvo de mis artes femeninas para lograr lo que quiero, que van por otros caminos que el de los lamentos. Nunca me hago la víctima. Sé que, ante el Náufrago, es la mejor de las estrategias.

Al final, siempre me salgo con la mía. Es cuestión de un poco de 'pesqui' y esperar.

Creo que hay frases que venden por ahí, hasta en los evangelios, como 'Pedid, y se os dará'. En mi evangelio particular he puesto: 'No ruegues, no insistas y lo obtendrás'.

No me gusta obtener las cosas, a fuerza de rogativas, me saben a 'obligado', y a mí me gusta no lo que me dan, sino lo que me 'regalan'.

De todos modos es un 'secreto' mío. A mi me funciona.

Que cesen por ahí las lluvias y puedas disfrutar de algunos días,libres, si es que dispones de ellos.

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