Domingo de Ramos

PALMAS, BÁCULOS Y MITRA

Amaneció un domingo primaveral, luminoso, aunque nos hubieran hurtado una hora de sueño. Cosas del equinocio. La mañana le brindaba varias posibilidades al Náufrago. El campo, le ofrecía el abanico de los árboles, la bonanza, la soledad y el sosiego del bosque, cerca del mar. También la playa le invitaba a usar su alfombra de arena fina para darse un paseo con Douce. Tenía la opción de recorrer el centro de la ciudad y ver el ambiente religioso festivo del Domingo de los Ramos. Cuestión de curiosidad y comparar con los viejos tiempos, aunque no comulgara demasiado con algunos ritos y boatos. Se decidió por la tercera opción y, cámara en ristre, se dispuso a ir a la caza de instantes y emociones. La playa y el bosque siempre estarían allí, esperándoles.

Camino de la catedral pudo ver el ir y venir de la gente con ramos de olivo en las manos y algunas, pocas, palmas. Al llegar a la plaza, delante de la catedral, decenas de curiosos esperaban tranquilamente la salida de la procesión. Alguna mamá aprovechaba para dar el potito a su bebé, mientras una señora, de tez curtida, ofrecía a los fieles sus ramos de olivo, a módico precio.

El Náufrago, tipo inquieto, no esperó a que la procesión saliera del templo. Subió las escaleras que llevan al claustro donde centenas de gente seguían la ceremonia, o simplemente esperaba el final de la celebración. Pantallas de televisión, adecuadamente situadas en distintos puntos del claustro permitían seguir la ceremonia dominical y por los altavoces podían oírse cantos y rezos. El Náufrago aprovechó para ir tomando nota fotográfica de aquellos detalles que le llamaban la atención. Transcurrió una media hora hasta que de la puerta catedralicia fueron saliendo fieles, músicos, y los hábitos de las distintas cofradías que habían asistido a los oficios.

Al final, apareció el obispo de la diócesis con su báculo pastoral, su casulla y su mitra. La figura episcopal, el fausto de los ritos, aquel mundo de extrañas vestimentas, le hizo meditar en la parafernalia que han creado las religiones y lo que ello supone, más distancia que cercanía a la espiritualidad. Le llamó la atención sobre todo, la figura solemne del obispo. Recordó la lectura algo ya lejana del Evangelio y al llegar a casa, repasó aquel texto en que se cuenta la fiesta que hoy se celebra:
“Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:

-«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
¡Qué lejos queda aquello! ¡Qué cerca siguen estando los ‘hosanna’ y los INRI’! Es cuestión de pocos días.
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(NOTA DE DOUCE: A mí lo que más me ha gustado de esta historia que has contado, alegría de la huerta, es eso de la borrica y el pollino. No la conocía y como es natural, me gusta lo que hacen mis amigos)

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
Fotos muy ilustrativas y texto muy bien escrito, como no podía ser de otro modo.

Hoy recordé de casualidad que es domingo de ramos. Desde que murió mi mamá, va a hacer ya 10 años, que casi ni lo tenía en cuenta pues era ella quien iba a misa y traí los ramos de olivo.

Aquí está también soleado. Ahora estamos con 5 horas de diferencia. En nuestro verano tenemos tres, luego un breve período de 4 y casi todo nuestro invierno 5. Ustedes van adelantados, pero más va mi hijo con quien tengo 14 horas de diferencia.

Besos,
Juilio ha dicho que…
Recoger los distintos aspectos de estas tradiciones, me sirven para reflexionar y ligar costumbres, actitudes, evolución y las repercusiones personales que hayan podido tener.

Servirme de la cámara, para retener algunos instantes, darles forma y escribir sobre ello, me sirven de ayuda. Por eso lo hago. Es mi manera de contemplar y reflexionar sobre diferentes aspectos de estas tradiciones que forman parte del concebir la vida por estos pagos.

Que puedas seguir disfrutando del buen tiempo.
Campurriana ha dicho que…
Es una buena manera de profundizar en la evolución de una sociedad que a veces parece que desea detener el tiempo, el desarrollo vertiginoso de los hechos, de las costumbres y tradiciones...A veces parece que quisiéramos caminar hasta el pasado...por algo será, digo yo...

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