Amores caninos

DOUCE, S. VALENTÍN Y MIL AMORES MÁS

Sé que a mi papá le revienta San Valentín, sobre todo, lo que le rodea. Le disgustan los ‘tiburones’ que llevan ya quince días ofreciendo regalos, y cursilerías. ¡Si sabrán ellos lo que es ‘Amor’! ¿Un ramo de flores, una joya, un perfume, un estuche con cartera y llaves, una bufanda, un viaje, manda rosas a Sandra…? ¿Regalos de mil amores?

Mi papá odia cordialmente a S. Valentín, que vete tú a saber quién era. ¿Un obispo, un cura, virgen y mártir? ¡Mira que llamarse Valentín! ¿Va lentín? ¿Pues no dicen que eso es más bien cosa de un ‘flechazo’? En ese caso prefiero a Cupido que adonde apunta la flecha, da en el clavo.

Vale que mi papá tenga sus prejuicios y piense que todo es comercio, frases bonitas copiadas de Internet, postales muy kitsch, de una cursilería que tira para atrás y que a veces sólo dura un día y al día siguiente te tiran el ramo de flores a la cara.Mi amor canino dura todo el año. Llevo once años queriéndole todos los días, a cada momento, aunque no esté a su lado. Y eso que lo nuestro no fue un flechazo. Cuando me vio llena de pulgas y de llagas, flacucha y asustada, lo primero que dijo fue: “Muy bien, un perro en casa. ¿Y quién va a ocuparse de él?” Yo me meé de miedo. Ese rechazo duró tan sólo un día y no era un reproche hacia mí, sino a los chicos que me habían traído a casa, sin avisar. Era un rechazo a su irresponsabilidad , a su irreflexión de chicos. Les quería decir que el amor no es un capricho de un día, sino una planta que hay que cuidar todos los días. (Bueno, esta cursilería la he dicho yo).

Pero eso lo entendí enseguida y lo he vivido durante estos once años de amor. Hoy no le he regalado nada, ni siquiera sabía que los hombres necesitan un día para estas cosas. Mi regalo ha sido la mirada de todos los días cuando siento que se levanta. Voy a darle los buenos días y de paso, le digo, sin palabras, “¿Cuándo salimos?” Y así espero a que se lave ,me ponga mi abrigo y mi collar y nos vamos a comprar el pan y el periódico. De paso aprovechamos para que yo pasee un poco, remolonee un poquito para alargar el paseo y cuando veo que ya no puedo abusar más, subimos a casa y desayunamos.

Nos queremos en cada momento, respetamos nuestros tiempos y nuestros espacios. No soy celosa, le dejo libre, como él me deja a mí. Nuestros días son todos los días S. Valentín. Bueno no, que ese nombre no me gusta. Mejor no ponerle ningún nombre y querernos. Alguna vez debió escribir en alguna parte, por qué me quería y terminaba aquella confesión con un “La quiero, porque nunca me ha preguntado si la quiero”.

Y se lo agradezco. No me gusta esa pregunta: ¿”Me quieres?” Eso no se pregunta, se siente.

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
Sobre todo se siente pero es bonito que a uno se lo digan de vez en cuando...Eso sí, sin preguntarlo...

Feliz tarde de domingo a ambos, resguardados de la cursilería exterior de corazones rojos que tiñen las calles...

A ver si trabajo un poquito. Aunque seguiré "conectada"...

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