Luces de atardecer

AL CAER LA TARDE

Hoy mi papá salió sin mí, dejándome en casa, como si yo fuera un estorbo. Puedo entender, porque soy muy comprensiva, que él salga alguna vez con su cámara para recoger trocitos del día. Sé que si me lleva no puede atender a dos cosas a la vez. Si busca los rincones, si quiere recoger algunos momentos, no podría concentrarse si yo ando por ahí, a mi bola. Lo que a mí me va es lo de oler.

Bueno, por lo que fuera, algo que no viene ahora a cuento, resulta que esta tarde se fue por ahí sin previo aviso. Tampoco está obligado a decirme a dónde va, ni de dónde viene, no le controlo. Se fue, según él, a ‘captar las luces de la tarde’. ¿Se puede ser más cursi? Al parecer, porque yo estaba sesteando en mi mantita, en menos de media hora, cambiaban las luces, en cuestión de minutos. Tan pronto asomaba el sol por un agujero, como las caprichosas nubes, de todas las intensidades, cubrían el cielo, cuando no les daba por soltar agua. Habría que verle con paraguas y cámara en vano.

El resultado fue que llegó a casa, como el pescador que vuelve a casa con su cestillo de la pesca. Me enseñó lo que había ‘pescado’, me pidió que escogiera o que eliminara las que no me gustaban. No sé por qué me pregunta a mí esas cosas, porque eso no está en las cláusulas de nuestro contrato. Así que le dejé que él escogiera y yo le ayudaría a darles forma.

Y así hicimos. Yo, la verdad, lo que sentía, era que no me hubiera llevado con él, pretextando no sé qué compromisos. Al llegar, me sacó un poquito, pero enseguida tuvimos que recogernos porque la dichosa lluvia nos fastidió el paseo.

Atardecer